Entre las paredes del número 8 de Abbey Road, en pleno barrio de St John’s Wood y junto a ese icónico paso de peatones que ha dado la vuelta al planeta, se han grabado algunos de los discos más importantes de la historia de la música.
Y por delante de sus micrófonos, situados en sus tres salas de grabación, ha desfilado la lista más variada y extensa de artistas que uno pueda llegarse a imaginar: Peter Sellers, Radiohead, Lady Gaga, Pink Floyd, Spice Girls, Nile Rodgers, Blur, Alicia Keys, Luis Miguel, Madness, Oasis, Glen Miller, James Taylor y por supuesto The Beatles, por tan sólo citar unos cuantos.
Una leyenda cimentada a lo largo de más de nueve décadas que resume perfectamente la evolución sufrida por la industria musical desde las primeras grabaciones en discos de cera hasta las más sofisticadas técnicas actuales.
La reciente publicación del libro Abbey Road: La historia de los estudios más famosos del mundo (Liburuak) escrito a tres bandas por Brian Southhall, Peter Vince y Alan Rouse, (todos ellos vinculados directamente al estudio londinense) analiza en profundidad todo el fenómeno con multitud de detalles históricos y repleto de datos técnicos.
Remontándose desde el momento en el que sir Edward Elgar inaugurara el edificio en 1931 al frente de la Orquesta Sinfónica de Londres durante aquellos días en los que el personal técnico llevaba batas blancas, pasando por los mágicos años del rock and roll y hasta llegar a las grandes estrellas de hoy en día.
Por otro lado el documental Abbey Road: Si las paredes cantasen (Disney +), dirigido por Mary McCartney y concebido como una vibrante y afable carta de amor hacia el mítico estudio londinense, comienza directamente preguntándole a su padre por su decisión de volver a los estudios a grabar de nuevo, esta vez con su proyecto Wings, tras la intensa etapa Beatleniana "lo hice básicamente porque era como estar en casa, y además funcionaban todos los micrófonos. Eso todavía no pasaba en el resto de estudios", recuerda un sonriente Paul McCartney.
La cantera, valor seguro
Varios artistas de renombre comenzaron como músicos de sesión dentro del estudio. Sin ir más lejos Elton John comenzó alli su leyenda musical haciendo acompañamientos al piano, al igual que otro jovencísimo Jimmy Page que con tan solo 17 años fue contratado como guitarrista y armonicista de blues para contribuir en distintas sesiones a otros músicos a los que admiraba.
El gigantesco Studio 1 estaba principalmente reservado para las grandes orquestaciones de música de cine. Allí se grabó la banda sonora del mítico film de James Bond Goldfinger, de la mano de un intenso John Barry que acabó presionando al límite a la vocalista Shirley Bassey hasta que ésta se desplomó en el suelo finalmente tras el largo y agónico grito final de la canción que se convertiría a la postre en un éxito mundial. Así de sacrificada y épica podía llegar a ser una jornada de grabación en aquella época.
Cuando los Beatles aparecieron por allí para grabar su primer canción Love Me Do de la mano de su inseparable productor George Martin comenzaría la historia que durante siete años eclipsaría el pop a nivel mundial transformando para siempre el mercado musical y alcanzando niveles de éxito y adoración difícilmente igualables.
La época dorada
Los Fab Four tenían el privilegio por contrato de poder utilizar gratis Abbey Road cuando quisieran y tras su abandono de los escenarios en 1966 la maniobra fue perfecta para ponerse manos a la obra con el disco que lo cambiaría todo: Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band, usando el estudio para componer y ensayar durante el día mientras grababan jornadas maratonianas durante toda la noche.
Además, al cuarteto de Liverpool le encantaba desafiar a los técnicos del estudio poniéndoles a prueba para grabar cosas diferentes mientras ellos tenían que resolver el enigma de cómo hacerlo con las limitaciones técnicas de entonces. Un ejemplo perfecto sería la icónica coda final de A Day In The Life, donde, gracias al excelente nivel del personal que allí trabajaba y a las dimensiones del Studio 1, pudieron hacer algo completamente inaudito en el mundo de la música pop de entonces.
Tambien en 1967 podían pasar cosas tan mágicas como que mientras los Beatles estaban grabando en el Studio 2 su obra capital, al mismo tiempo unos jóvenes Pink Floyd con Syd Barret al frente entraban a grabar su primer álbum en el Studio 3 de Abbey Road. Unos años después, volvieron para certificar otra de las obras definitivas de la música británica, Dark Side Of The Moon, que no solo sigue sonando moderno por su inherente calidad musical, sino también por el refinado y contundente sonido que se consiguió imprimir desde dentro del estudio.
Después de que el cuarteto de Liverpool grabase su último álbum de legendaria portada Abbey Road (disco que se realizó principalmente por la insistencia de un Paul McCartney que siempre tiraba del carro, "si no llega a ser por Paul, los Beatles hubiésemos grabado solo 3 discos en vez de 8", reconoce entre risas Ringo Starr), los estudios, que hasta entonces se llamaban EMI Recording Studios, cambiarían para siempre su nombre por el del inmortal Abbey Road Studios.
John Williams: El Salvador
Pero, en cambio, a finales de los 70, el estudio no pasaba por su mejor momento económico. La falta de clientes necesarios para que los números cuadrasen produjo que el majestuoso Studio 1 entrase en desuso convirtiéndose en improvisada sala de bádminton donde el personal jugaba durante la hora de la comida hasta que llegó la oportunidad que, sin saber, necesitaban.
Y es que el ínclito y comercial John Williams, compositor de las legendarias bandas sonoras de Star Wars e Indiana Jones, acudiría en su salvación consiguiendo grabarlas con la orquesta sinfónica de Londres dentro del Studio 1 y devolviendo a aquellos muros musicales la categoría que nunca deberían haber perdido: "era muy parecido a conducir un Rolls Royce", recuerda el compositor y músico norteamericano.
Una puerta sinfónica que se abrió de par en par permitiendo al estudio convertirse en un lugar de referencia hasta nuestros días destinado para grabar música de películas.
La tetera musical
Pero Abbey Road no es solo un estudio del pasado, sino uno que mira hacia el futuro constantemente. La dimensión legendaria conseguida a lo largo del tiempo le ha concedido un halo de templo musical sagrado en el que año tras año nuevos artistas graban sus discos en el mismo espacio donde grabaron las bandas legendarias que les han influenciado, haciéndoles formar parte también de su esencia artística.
Por otro lado los Live From Abbey Road promovidos por el Channel 4 de la TV británica han permitido registrar para la posteridad las excelentes grabaciones en concierto de hasta un total de 128 artistas entre los que se encuentran nombres tan relevantes como Kanye West, Jamiroquai, Iron Maiden, Pj Harvey, Blondie o Red Hot Chili Peppers.
Curiosamente y pese a la diversificación de los últimos años, en 2010 la compañía EMI anunció su intención de poner en venta los estudios con la que esperaban obtener unas ganancias superiores a los 30 millones de libras esterlinas.
Sin embargo, la movilización artística y popular que causó la noticia provocó que el Gobierno británico acabase declarando los estudios como monumento histórico, impidiendo automáticamente su demolición y formando parte del tradicional paisaje (paso de cebra incluido) de la ciudad londinense casi tanto como el Big Ben o el London Eye.
La tradición inglesa dice que no se deben limpiar las teteras porque así se conserva mucho mejor el residuo formado a lo largo del tiempo dando lugar a un sabor mucho más profundo y consistente. Una analogía que resume perfectamente el significado y la importancia de Abbey Road, donde el poso musical que retienen sus paredes sigue siendo algo mágico que sigue resultando difícil de descifrar