Si 2023 fue el verano del rosa Barbie, este año es el del verde brat. Este color, bautizado con ese nombre a raíz del último disco homónimo de la cantante Charli XCX (Charlotte Emma Aitchison, Cambridge, 1992) simboliza lo opuesto al arquetipo de la muñeca de Mattel. 

Un color feo, antipático, radioactivo, semejante a la lima pero también al vómito, con el que la compositora británica ha querido representar a un tipo de chica concreta: niñata, desordenada, a la que le gusta salir de fiesta y que no tiene miedo de decir cualquier tontería que se le pase por la cabeza. 

Armado con una estética aparentemente sencilla, configurado solo con un fondo pantone con unas letras borrosas, el sexto álbum de estudio de la cantante británica, lanzado el pasado mes de junio, se ha colado en el podio de los mejores proyectos musicales de artistas femeninas de 2024 según Pitchfork.

Superando a Taylor Swift y su tibio The Tortured Poets Department, a Dua Lipa y su Radical Optimism, a Beyoncé y su aclamado Cowboy Carter, incluso al Hit me hard and soft de Billie Eilish, con la que acaba de lanzar Guess, una de las colaboraciones más destacadas del álbum, con excepción de Girl, is so confusing con Lorde, producida por The Dare, estrella de la escena nocturna neoyorquina. 

Lo cierto es que, poco a poco, Charli ha ido desmarcándose de ese pop más convencional, pasando de telonear a Swift en 2019 a reconocer que, en realidad, en sus conciertos se sintió como "si estuviera subida al escenario saludando a niños de cinco años" o tirarle un dardo envenenado en una de las canciones del nuevo disco, Sympathy is a knife: "no podría ser ella aunque lo intentara. Soy lo opuesto, estoy en el otro lado". 

Frente a la capa de superheroína con la que parece cargar la cantante estadounidense, en Brat, Charli ha decidido mostrarse humana, atrevida y profundamente honesta. "Echo de menos la época en que la música pop era realmente volátil y alocada. Echo de menos la época de Paris Hilton. Ahora todo el mundo está tan preocupado por todo, por cómo se les percibe, por si este arte que han creado va a ofender a alguien", aseguró la artista en una entrevista para el medio estadounidense The Face. 

En sus letras confiesa sus miedos ante la maternidad (I think about it all the time): "Pienso en ello todo el tiempo/ que podría quedarme sin tiempo / ¿Debo dejar de tomar anticonceptivos?" y sobre la fama (i might say something stupid): "Soy famosa pero no del todo / Y ya no sé si pertenezco aquí". Pero también se divierte sin complejos, metiéndose un egotrip de cuidado (Von dutch) y preguntándose si debería meterse una raya de cocaína más (365). 

La compositora, que comenzó su trayectoria musical en la noche londinense más sórdida —en 2008, tras subir sus primeras canciones a Myspace, fue fichada por un promotor para pinchar en fiestas ilegales de la capital—, ha dado a luz un álbum de rave, con el que parece amarrarse a sus orígenes y recuperar la cultura de los clubs de la década de los 90 y los 2000. 

Revaluando así la denostada figura de la chica fiestera y problemática, representada por icónicas celebrities y artistas como Hilton, Lindsay Lohan, Kate Moss o Courtney Love. Los paparazzis, las tobilleras electrónicas, los cigarrillos (que no vapers), Charli reivindica la estética caótica discotequera frente al estilo de vida yogui y zen, cada vez más admirado por la generación Z. 

Aunque, paradójicamente, Brat ha triunfado en un momento en el que la música electrónica parece estar destronando al reguetón en popularidad entre las nuevas generaciones. De ahí que la presentación oficial del álbum tuviese lugar en una fiesta organizada en febrero por Boiler Room en Nueva York, convirtiéndose en una de las sesiones más codiciadas de la historia de la promotora y pronosticando la fiebre brat que vendría meses después. 

El pasado mes de julio, Charli volvió a subirse a los mandos de otra de las sesiones de Boiler en Ibiza, donde demostró que su álbum es de los que pueden (y deben) sonar en cualquier fiesta. Un álbum tan profundo como superficial, una montaña rusa de emociones tan contradictorias como reales. Difícil de encasillar en un género concreto: hyperpop, electrónica, dancepop, Brat ha surfeado perfectamente tanto por el algoritmo de Tik Tok como por los corrillos undergrounds, llegando a colarse en la Casa Blanca. 

Kamala Harris, candidata oficial del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos, ha querido subirse al carro del ya denominado verano brat, que ha enloquecido Internet. "kamala es brat", defendió la propia Charli en su cuenta de X, lo que puso a los encargados de su acelerada campaña presidencial a trabajar, adoptando la estética verde del disco para su cuenta de X "Kamala HQ".

Harris ha sido calificada peyorativamente de muchas maneras por su opositor Donald Trump y por los miembros del partido republicano: Kamabla (charlatana), Laffin Kamala (refiriéndose a su "maniaca" risa), Lyin’ Kamala (mentirosa). La última: cat lady (la loca de los gatos), por no tener hijos biológicos.

Sin embargo, Harris ha querido apropiarse del adjetivo brat, traducido literalmente como "niñata" o "mocosa", porque lejos de desprestigiarla, y entre meme y meme, esto ha mejorado su reputación entre los votantes zillennials. Algo que, independientemente del futuro éxito que podría tener en las urnas el próximo noviembre, resulta bastante efectivo en muchas ocasiones, solo hay que recordar el paso del presidente Pedro Sánchez por el pódcast La Pija y la Quinqui el verano pasado. 

Hay quien achacará el éxito de Brat a esa viralidad tan ansiada como efímera, pero Charli XCX lleva años siendo una de las artistas más vanguardistas de la industria musical. Comenzó dando tumbos por el pop más mainstream, siendo partícipe de los éxitos de I Love it (2013) de Icona Pop, —en su defecto el Me encanta (I Love It) de Nancys Rubias—, el Fancy (2014) de Iggy Azalea hasta dar con la tecla con su Boom Clap (2014). 

Después llegaron los álbumes True Romance (2013), Sucker (2015), Numer1Angel (2017), Pop2 (2017), pero no fue hasta how i'm feeling now (2020) y sobre todo con Crash (2022) cuando la artista empezó a tener mayor reconocimiento. Este último disco, lanzado apenas hace dos años, fue uno de sus trabajos más comerciales, con canciones que bien podrían ser atribuidas a cualquier otra artista pop.



Por eso, Charli ha renegado recientemente de él. "Había canciones que nunca escucharía", aseguró en la entrevista con The Cult, y dejó claro que su verdadero objetivo como artista no ha sido nunca hacer canciones que saliesen en la radio. Quizá por eso Brat es su disco más arriesgado, el que siempre quiso hacer, y su trabajo más redondo hasta ahora.