En una reciente entrevista de Nick Cave en el Late Night de Stephen Colbert, el cantante australiano confesaba en sus propias palabras que la música es "una de las últimas y legítimas oportunidades que quedan de poder tener una experiencia trascendental" y precisamente sus recientes trabajos son una buena prueba de ello.

Los últimos años han sido duros para Nick tras la terrible pérdida de dos de sus hijos en desafortunadas circunstancias y su particular manera de sobrellevar el duelo y el dolor quedó perfectamente reflejada en sus dos (comprensiblemente) oscuros y sombríos álbumes Skeleton Tree y Ghosteen.

Pero casi a punto de cumplir 66 años Nick Cave está bastante lejos de rendirse ante las adversidades de la vida, ya sea en su habitual faceta musical, o bien como escultor de figuras de cerámica (tal y como queda reflejado al principio de su último documental This Much I Know To Be True) o con su blog personal The Red Hand Files donde todos los meses responde varias veces de manera personal y sincera a las particulares preguntas formuladas por sus fans. Si todavía no lo conocen, búsquenlo cuanto antes, merece realmente la pena y además encontrarán una anécdota bastante interesante relacionada con el título del nuevo álbum.

Si el año pasado nos obsequiaba con un excelente disco en directo como Idiot Prayer  junto a su indispensable mano derecha Warren Ellis, el pasado viernes 30 de agosto volvió con Wild God (Pias) grabado en los espectaculares Miraval Studios de la Provenza francesa (y rediseñados curiosamente por Brad Pitt y Damien Quintard) donde Nick Cave sigue incidiendo en su ideario oscuro y luminoso, espiritual y pagano, íntimo y grandilocuente pero revelando también la alegría y la vida que puede permanecer tras la devastación del duelo.

Rodeado de nuevo por sus habituales The Bad Seeds y David Fridmann a las mezclas , el artista australiano nos entrega a través de diez excelentes cortes el que probablemente sea el disco más luminoso y reconfortante de toda su carrera. Las tres canciones (Wild God, Frogs y Long Dark Night) lanzadas a lo largo de lo que llevamos de año ya adelantaban a un Nick Cave en plena forma y más optimista de lo habitual rodeado de un acompañamiento musicalmente altamente enriquecido.

Song Of The Lake abre el álbum confirmando una de las canciones mas bellas que Nick Cave jamás haya escrito y anunciando una suerte de vitalidad celestial que sobrevolará a lo largo del disco a través de una melodía estremecedora y un góspel sinfónico que suena a banda sonora ideal para atravesar la puerta del reino de los cielos. Contando además al bajo con su amigo Colin Greenwood (Radiohead) que aporta su característico punch y con el que ya realizó una serie de conciertos por Europa hace unos meses.

A continuación la enérgica canción homónima Wild God que no puede resultar más exultante y poderosa en su tramo final, y que junto a Frogs acaba conformando una triada de arranque profundamente vitalista, donde su inseparable Warren Ellis sigue demostrando su infinito talento a los sintetizadores, cuerdas, coros, vientos y todo lo que se le ponga por delante. Warren, ese genio en la sombra.

Con Joy vuelve el Nick Cave intimista frente al piano en uno de sus habituales lamentos narrativos que, dando igual los años que pasen, nos siguen atrapando de manera hipnótica.

Conversion también continua en la misma línea hasta que la canción, de repente, se quiebra y vuelve de nuevo el power góspel radiante y trascendental (Touched by the spirit, Touch by the flame, You are Beautiful!) donde el australiano acaba desbordando con su habitual fuerza de triunfante predicador musical.

Cinamonn Horses al igual que Final Rescue Attempt funcionan como elegías melódicas que junto a Long Dark Night recuerdan al Cave más atemporal, canciones que podrían figurar sin problemas en discos clásicos del australiano como The Boatman’s Call o Abattoir Blues.

Pero en O Wow O Wow (How wonderful She is) Nick dedica un bello (y ligeramente soul a su manera) recordatorio musical a la artista australiana Anita Lane, que formó parte de The Bad Seeds y con quién durante unos años sostuvo una relación personal, introduciendo un emocionante fragmento de su voz (de una llamada telefónica en 2019) que recuerda aquellos dulces tiempos de amor y creatividad que vivieron y que inevitablemente te acaba encogiendo el corazón.

Finalmente As The Waters Cover The Sea cierra este luminoso Wild God con una pequeña pieza de cámara bañada de nuevo en un góspel regenerador que durante sus dos breves minutos te hace volver a recuperar por momentos la fe en el ser humano y en su capacidad para crear belleza de la nada.

Y es que la música de Nick Cave parece perfectamente diseñada para escuchar en las noches de desazón o cuando las batallas diarias pueden llegar a superarnos, de tal manera que las experiencias trascendentales que el artista australiano sigue ofreciendo disco tras disco siempre resultan ser un buen faro a seguir. Por aquí no podemos dejar de contar las horas que quedan para verle presentar su nuevo álbum en Madrid y Barcelona dentro de un par de meses en lo que será, sin duda, uno de las grandes citas musicales de este año.