Un chelo y un contrabajo suenan de fondo mientras se apagan las luces y se encienden las linternas de los móviles. "René, ven, vamos a estudiar. Sí, te voy a hacer una pregunta, tú me la contesta' ¿Con qué parte del cuerpo, jugaban pelota' lo' indio' taíno'? René, contéstame". La voz de una madre llena el recinto madrileño. Todo el público canta en unísono: "Cabeza, rodilla, muslos y cadera".
El WiZink Center de Madrid se prepara para acoger la vuelta del cantante puertorriqueño más famoso del mundo. Pasaron cuatro años desde la última vez que vino a España y todo el mundo estaba esperando este momento. La pista está llena, las manos levantadas. Una pantalla, dos escaleras que llevan a dos escritorios: el escenario toma vida.
Elegante pero deportivo, una camisa blanca con un chaleco y su mítica gorra de rapero con una [R] estampada en la frente. Los tatuajes le sobresalen del pecho y sus ojos intensos miran a su alrededor. Sube las escaleras, da un sorbo a una botella de whisky y se posiciona enfrente del público.
"Desde pequeño quería ser beisbolista, no llegué, así que aprendí a batear hits por encima de una pista. Volví a tomar alcohol en mi despacho, escribo bien sobrio, pero escribo mejor borracho". Resiliente, combativo, impulsivo, René Pérez Joglar (San Juan, 23 de febrero de 1978) observa el mundo, lo cuestiona y lo canta con una voz profunda, triste y densa.
René
Cuenta la cotidianidad en el pueblo de Trujillo Alto, el pan con ajo, los amigos perdidos, la soledad, su madre bailando flamenco, la "mudanza" de la Calle 13, la muerte de su abuela, las censuras, el dolor. Residente canta, desde un atril de metal negro, todo lo que siente. Alza la voz por temas sociales y no se para frente a nadie.
Con sus rimas duras y profundas, habla del vacío interior, de la tristeza que se enmascara en la risa. De las mentiras de la industria musical, la necesidad de seguir de gira para sobrevivir. "No sé pa’ dónde voy, pero sé de dónde vengo", canta en esta primera canción, René.
Las rimas no bajan el tono, el aire entra y sale de sus pulmones rápidamente, la cara concentrada, sumergida en todo aquello que está contando. Gira la cabeza a un lado, se cubre, se seca los ojos. Recoge el gorro que en principio lanzó al suelo... "Soy Residente, del pecado el Máximo exponente". El Pecador cuenta al público su identidad, sus valores y sus creencias.
Se considera un pecador, lleno de defectos y de pastillas de farmacia. No es fiel, tiene sexo políticamente incorrecto y admite que no es lo que la gente quiere que sea. No cree en nada que no pueda ver, no cree en el infierno ni en el cielo. Cree en el cuerpo, hasta que aguanta. Cree en la música para expresarse, aunque no genere ingresos, aunque sea un exceso. Rapeando, sin arrodillarse, se confiesa.
El público le sigue el ritmo y el concierto empieza a lo grande. El último álbum coge forma con Baladista, Pa divertirme y Yo no sé pero sé. Las manos levantadas se mueven con la música. Sube las escaleras, recupera la botella de whisky y sigue cantando Ron en el piso. "Por lo que somo’, por lo que fuimo’. Por to' lo que tenemo', por to' lo que tuvimo'". Como canta en la canción, Residente, acostado al lado de ese whisky caramelizado, con el corazón tieso, abre su alma.
La vuelta a Calle 13
Un solo de chelo devuelve todo el WiZink Center a revivir los viejos tiempos. Residente se levanta de las escaleras, la gorra al revés, "yo no tengo mucha plata pero tengo cobre, aquí se baila como bailan los pobres". Todos entienden inmediatamente que Calle 13 ha vuelto, aunque solo por una noche.
No hay nadie como tú, Cumbia de los aburridos y Atrévete-te-te hacen explotar al público que se levanta de pie y empieza a bailar. "Venimos a sudar acá", grita René, "para toda la gente que lucha contra los que siguen matando". Madrid salta. Se levantan banderas de palestina y el puertorriqueño no para.
El aguante corona este momento de triunfo. Residente siente todo lo que canta y consigue expresarse con todo su cuerpo. "Aunque no queramos, aguantamos nuevas leyes. Aguantamos hoy por hoy que todavía existan reyes". Levanta el dedo corazón, salta y aguanta la respiración, como una oración. Termina este revival con Muerte en Hawaii y Vuelta al mundo que el público canta a todo pulmón.
Una calle de Valparaíso
"Muchas cosas tengo que decir", afirma, pero no le sale ninguna palabra. Se agacha al suelo, la cara baja, escondida detrás del gorro, rezando. Guerra pertenece al primer álbum de su proyecto solitario, Residente, grabado con músicos provenientes de los lugares donde están sus raíces, para recrear su ADN. This is not America sigue el ritmo reivindicativo antes de dejar espacio a la pura humanidad.
"Las letras están en todos lados y en todos los lugares, uno solamente tiene que encontrarlas". La pantalla proyecta una mano dibujando una calle de Valparaíso, en Chile, donde René, inspirado, sacó las letras de lo que se ha convertido hoy en un himno, Latinoamérica.
"Soy, soy lo que dejaron. Soy toda la sobra de lo que se robaron. Un pueblo escondido en la cima. Mi piel es de cuero, por eso aguanta cualquier clima". Residente canta a América Latina, un pueblo sin piernas, pero que camina. Los que están en este recinto, esta noche, sienten la canción pulsar dentro del pecho, como un alma que necesita salir.
El recinto se llena de linternas que se mueven suavemente. La atmósfera se hace más intima. El encuentro, Desencuentro y Que fluya acompañan este momento. René se mueve con los ojos cerrados, disfrutando de la música como si fuese en su casa, solo, con los cascos y el volumen al máximo.
Las palabras pierden importancia
"Las letras importan pero ahora me voy a concentrar en mi energía que nos hace saltar en paracaídas y tener sexo". Recoge un sujetador que le lanzaron, enseña un dibujo y desciende hacia el público a cantar con él. Así Residente recupera un ambiente de fiesta y concluye su espectáculo con Fiesta de loco, Portarnos Mal y Problema Cabrón, mientras el público salta y mueve los brazos según sus indicaciones.
"Este tema lo escribí porque vi una nota de periódico de un policía que arrestó a una mujer que le leyó el futuro mal... nunca entendí cómo el policía sabía que ese futuro estaba mal". El futuro es nuestro hace mover los cuerpos y cantar fuerte. "Gracias, Madrid", grita Residente al público.
Pero las luces no bajan. El puertorriqueño vuelve para concluir esta vuelta al sol con una de las voces más potentes de España. Sílvia Pérez Cruz sube al escenario para acompañar a Residente en 313 y despedir esta noche. Su voz suave y potente envuelve el WiZink y cierra el espectáculo dejando al público sin voz. Y ahora, sí, ahora las palabras pierden importancia.