Manu Chao es inversamente proporcional a sus canciones. Su carácter enigmático contrasta con la luminosidad de una obra accesible, pura, esencial. Nunca se sabe bien dónde se encuentra —le dicen "El desaparecido"— y, desde hace mucho tiempo, es difícil planear ir a uno de sus conciertos porque ya no hace giras convencionales. Sin embargo, puedes encontrártelo en un bar y que de pronto saque una guitarra. Al final, siempre vuelve.
Esta vez ha tardado nada menos que diecisiete años en ofrecer a sus seguidores un nuevo disco largo, Viva tu (sin tilde). Desde La Radiolina (2007), que contenía el sencillo "Me llaman Calle", escrito para la película Princesas (2005), de Fernando León de Aranoa, con el que logró el Goya a la mejor canción original. Aunque en 2022 lazó un elepé en vinilo, Inna reggae style, que reunía algunos de sus singles ya publicados, junto a Chalart58 (Gerard Casajús). Pero este ni siquiera tuvo promoción.
Tan carismático como esquivo, lo cierto es que no era la primera vez que se esfumaba. Hacia mediados de los 90, el grupo del que fue fundador junto a su hermano y su primo, Mano Negra, se disolvió con no pocos desencuentros —incluso acabaron en los juzgados— que lo arrastraron a una depresión. Se planteó incluso dejar la música, pero tras un viaje sanador a América Latina arrancaría su carrera en solitario junto a la banda Radio Bemba.
Su obra, desde entonces, se vuelve mucho más personal, pero no deja de ser una extensión de lo que había proyectado en sus inicios. Conviene recordar que empezó como músico callejero en París, ciudad en la que nació luego de que sus padres —gallego y vasca— emigraran durante el franquismo, y se impregnó de heterodoxia en grupos como Hot Pants —influidos por el punk de The Clash— y Los Carayos.
Su obra, decíamos, se distingue por el mensaje elocuente, acaso para que llegue a todos los colectivos con los que, a lo largo de su vida, se ha alineado; mientras que en lo musical está cuajada de ritmos étnicos que, en buena medida, arraigan en Latinoamérica. Es el reggae, no obstante, el género más reconocible en sus canciones. Sobre la cadencia jamaicana ha levantado himnos como "Clandestino", "Desaparecido" o "Me gustas tú", aunque jamás ha ocultado su predilección por la rumba. Suya es una de las versiones más aclamadas de "Me quedo contigo", de Los Chunguitos.
Viva tu no es, precisamente, una efracción en su obra, pero tal vez sea un momento relevante en su trayectoria. Casi dos décadas después, sigue tan presente como siempre, pero más esencial que nunca, su ideología, que roza la pulsión anarcoide o antisistema.
En ella se integran la canción comprometida y temas ineludibles como el amor, la resistencia vecinal, el activismo político, la defensa de las minorías —a menudo inmigrantes—, el canto beligerante hacia el capitalismo, la mercantilización de la música... Todo ello bajo el paraguas del gusto interpretativo, del que siempre ha hecho gala, y tal vez de una frescura renovada.
"Vecinos en el mar", el tema que abre el disco, es una declaración de intenciones, un canto global que interpela a sus pares: "Yo te abriré mi puerta como tú lo harías conmigo". "Vuela libertad, vuela, y ábreme el camino, vuela por el mar y que la paz sea mi destino", escuchamos también entre sones que evocan el folclore latinoamericano.
El segundo corte nos recuerda que Manu Chao se sirve de varios idiomas para trasladar su mensaje (en este disco se expresa en español, francés, portugués e inglés). La sugerente melodía de La couleur du temps nos devuelve a sus cadencias machaconas, que ceden el paso a versos como "Conozco el olor del dinero […] Conozco el infierno en la tierra, conozco a la hija del mercader".
También están en francés la bailable Tom et Lola, que alude al cine y al amor, y el estribillo de la irresistible Tu te vas, con la colaboración de la cantante y actriz francesa Laeti (Laetitia Kerfa), que borda los matices de la chanson. Estrofa en español y estribillo en francés, decíamos, como ocurría en "Me gustas tú". Entre voces distorsionadas, aquí se canta que "Cantar pa ti es mi droga ruina". Una de esas canciones que, como explicó Sabina de un modo insuperable (aunque la frase no es suya), "tiene eso que nadie sabe lo que es pero es lo único que importa". Un temazo.
River why tiene trazas de viaje alucinado —nunca ha escondido el cantante su inclinación por los paraísos artificiales (pero natural, eh)—, si bien de las anglosajonas nos quedamos con el country que interpreta junto a Willie Nelson, la otra colaboración del álbum. Esta vez una armónica irrumpe en clave psicodélica, mientras que Lonely night es un reggae reposado que dialoga con la soledad.
Del reggae al rap sin desdeñar lo electrónico, pasamos por São Paulo motoboy, sencillo que ya fue publicado en junio y que constituye un homenaje a los repartidores de São Paulo (él mismo desempeñó este trabajo en París). En Coração no mar, la otra letra en portugués, el trepidante rasgueo no impide el sabor melancólico que deja el tema, evocando tal vez la canción melódica de Los Chichos.
Eso sí, la rumba del disco es la que le da título, Viva tu, dedicada a sus vecinos de Barcelona. Las trompetas, delicadísimas, decoran este canto colectivo y celebratorio de identidad y de clase. Los jaleos, imprescindibles para lograr la atmósfera de una canción tan juguetona. La hubieran firmado Kiko Veneno y Albert Pla.
También suena fresca La colilla, otra rumbita para la gente corriente que va "al estanco a comprarse una vela, un helado, una cruz". Pletórica de conciencia social, se muestra crítica con los "hombres de paja", como definió Serrat a los que "usan la colonia y el honor para ocultar oscuras intenciones" y "rodeados de protocolo, comitiva y seguridad, viajan de incógnito en autos blindados". Y en clave de barrio se presenta Cuatro calles, con solemnidad coplera enfatizada por los teclados. La letra más lograda del disco alberga, además, un estribillo que nos hubiera gustado escuchar en la voz de María Dolores Pradera.
No es el cierre del álbum lo más apoteósico, pero sirve de colofón a su ideario y acaricia un mensaje esperanzador. "Y acá estamos / luchando / con todo el dolor del mundo. / No estamos solos", escuchamos en Tantas tierras. Es la voz, al inicio del corte, de Carina Díaz Moreno, miembro de la Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Famatina, en La Rioja de Argentina, quienes luchan contra la contaminación de la megaminería, y a quienes él mismo ayudó. Un reggae contra la destrucción del planeta y por la defensa del cambio climático. ¿Cómo iba a acabar, si no así, Manu Chao su nuevo disco?