Dora Postigo Salvatore (Madrid, 2004) no habla de "herencia", habla de música. Mucho y atropelladamente. Sobre Damon Albarn, vocalista de Blur al que vio hace poco en primera fila, de todos los conciertos de Erykah Badu en los que no ha estado pero que se sabe de memoria de tanto verlos en Youtube, sobre Lady Gaga, la "estrella del pop de los frikis" a la que tanto admira desde pequeña o de Altın Gün, una banda de música psicodélica turca que provocó que se le saltaran las lágrimas en directo por primera vez.
Tiene 20 años, pero su abanico de referencias musicales es tan extenso, tan ecléctico, como ella misma. Chaqueta Harrington, camiseta de los Damned, chándal con la bandera de Jamaica y pelo naranja teñido a lo Milla Jovovich en El quinto elemento. Podría ser punki, perroflauta o cualquier otra cosa, pero podemos llamarla simplemente Dora, a secas. Llega a su cita con El Cultural con "su hijo", un teclado gigante, a cuestas para hablar sobre su primer álbum: A flor de piel (Live in Dallas).
Tras varios años sacando singles sueltos, que la proyectaron como "joven promesa", la artista necesitaba vomitar de golpe toda su adolescencia. "Llevaba tiempo queriendo sacar algo más compacto, pero estaba luchando contra el colegio. Cuando salí me puse a componer con Pional—productor del Pura Sangre de Israel Fernández, entre otros— al minuto", recuerda la artista, que acabó el bachillerato hace solo dos años. Ahora está a la espera de comenzar en Londres sus estudios universitarios, pero antes volará a la capital inglesa—esa ciudad de la que parece emanar "la esencia pura de la música"—, para tocar en el Pitchfork Festival el 7 de noviembre.
En España, tocará por primera vez el álbum el próximo 30 de octubre en la sala Villanos (Madrid) y en enero de 2025 en Barcelona y Donosti, ciudad con la que tiene una conexión especial, "mi abuelo es de allí", sonríe. No será la primera vez que se sube a un escenario, lleva desde los 16 años dando tumbos por festivales (BBK, Noches del Botánico) y salas cantando versiones de sus artistas favoritos: Aretha Franklin, Billie Holiday, James Brown. "Soy super nostálgica, tengo referencias de abuelo", advierte.
Es de las que cree que hay cosas deben hacerse como siempre se han hecho, y se declara fan de los artistas que fueron a contracorriente, sin buscar las millones de escuchas, y acabaron trascendiendo. "Me parecía importante la reivindicación del concepto disco. Quizá para con una persona de mi edad no te lo esperas tanto, porque hay muchos singles, y cosas increíbles que no descarto, pero creo que estamos demasiado acostumbrados al consumo rápido", lamenta.
Lo cierto es que cada vez más artistas, independientemente de su edad, están apostando otra vez por dar a luz proyectos sólidos, coherentes, sabiendo que la música efímera, en el fondo, es tan reconfortante como la comida basura, el agujero en el estómago de después es el mismo. Aunque Dora no peca de nostalgia al hablar de su generación, los centennials. Los de la ansiedad, la depresión —"Todos tenemos TDAH y esas cosas"—, pero también los que han puesto en el debate público la salud mental y los que han descubierto que ahora la mejor (o la única) forma de arriesgar es volver a las raíces.
"Una cosa que me encanta de mi generación es que no hay prejuicios a la hora de juntar géneros. Gente como Rosalía o Ralphie Choo, que mezclan tanto los géneros como la forma de vestir. Se está creando una generación muy guay de no tener prejuicio y de no pensar que porque te guste el rock and roll significa que no te pueda gustar la música clásica. Creo que casan muy bien, al final los polos opuestos se atraen. Ahora hay esa capacidad de coger toda esa información que nos rodea y transformarlo en algo bueno. Hay tantas combinaciones, tanta música. Esto que se dice ahora de: 'es que ya no se puede crear nada nuevo'. Bueno, ¿y qué? Quizá no se necesite ya nada nuevo, no estamos en los 70".
De ahí que su primer disco haya querido mezclar sonidos pop, de R’n’B y electrónica, combinando el inglés y español con total naturalidad, para contar su paso de la adolescencia a la edad adulta. "Como todo buen adolescente, he tenido muchos altibajos. Vivo la vida muy al extremo. A veces estoy en picos de euforia máximo y otras por los putos suelos. Siempre he culpado mucho a la adolescencia por eso, pero creo que es una cosa con la que voy a vivir siempre. Aunque lo pase mal a veces, vivir en esos extremos es algo de mí que me gusta, es lo que me da la sensibilidad para hacer temas como los que hay en el disco".
Para Dora, el disco tiene algo de terapéutico, de conseguir soltar eso que llevaba rumiando dentro mucho tiempo. Da vértigo, claro, pero "no puedes esperar abrirte y que salga una cosa light", dice mientras se lía otro cigarro. El amor, el desengaño, la soledad, la madurez se reflejan en sus canciones. En Última llamada, la cantante escribe una carta su yo del pasado, mientras que en Celos habla sobre su prematura experiencia con la industria musical.
"He ido con mucho prejuicio en la industria. Me daba todo un poco de miedo. Por eso cree mi propia discográfica: Dora Records, junto a mi padre. También para reivindicar ser dueño de tu música, que es una cosa que creo que ahora está más controlado. Mi padre siempre se ha ocupado de que se cuidase mucho esa independencia. Así que la discográfica es como mi pequeño oasis".
Inquieta, impulsiva, reconoce que la figura de su padre, Diego Postigo, ha sido clave para conseguir mantener las cosas bajo control y centrarse en la música. Aunque también se ha atrevido con el modelaje, —protagonizó con 13 años la campaña de David Delfín—, y con la interpretación, protagonizando Rainbow de Paco León. "Me flipa el cine, en mi casa también lo he mamado muchísimo. Mi padre escribe y ha dirigido, pero es una cosa que me impone un poco. Meterse en la piel de otra persona me parece como un superpoder".
Al preguntarle si cree que está llevando una trayectoria similar a la de su madre, Bimba Bosé, modelo y actriz, pero que nunca dejó de lado su faceta como cantante, Dora declina amablemente contestar. Prefiere seguir hablando de música.