Relativizar, perder el miedo, atreverse. Alondra Bentley (1983) reconoce estar en un momento distinto de su carrera, que comenzó hace más de una década. "¿Hace solo 15 años? Me había parecido poco", reconoce la cantautora a El Cultural. En 2009 lanzó Ashfield Avenue (2009), un debut que marcó el tono folkie, melancólico e intimista que continuaría explorando en trabajos posteriores, The Garden Room (2012), Resolutions (2015) y Solar System (2018).
"Ahora lo disfruto más", asegura Bentley en las oficinas de Sonido Muchacho, sello con el que publica su nuevo álbum, La materia. Cree que en el pasado pecaba de ser "demasiado tímida" encima del escenario, "siempre tenía un momento de: ¿por qué me metí en esto?". La cantante ha mantenido la dulzura y delicadeza que la caracterizan, pero despojarse de las inseguridades que ha acarreado durante años le ha permitido por primera vez no dejarse llevar por la corriente.
"El disco surge de darme cuenta de que las decisiones de mi vida no han sido 100% plenas, reconocer lo influenciados que estamos por la familia, los amigos, cómo el entorno acaba decidiendo por ti, y tú haces el intento de adaptarte hasta que eres consciente de ello y te intentas rebelar", explica la cantante. "Mi filosofía actual es: haz lo que quieras. Tenemos que atrevernos más, hacer cosas y hacerlas mal, no pasa nada. Si cantas mal, hazlo igualmente. A nadie le importa", ríe.
Este cambio de mantra vital no le ha llegado de casualidad. La pandemia, la maternidad y la muerte de su madre es lo que le ha hecho observar el mundo con una mirada más ligera y al mismo tiempo más existencionalista. "El disco tiene muchas preguntas y conclusiones vitales. Porque en estos seis años desde el último álbum han pasado muchas cosas. La experiencia alrededor de la maternidad te hace cambiar la perspectiva. Hay una parte de poner los pies en la tierra, de estar más presente en lo mundano. Aparecen nuevos miedos, de responsabilidad por la otra vida, pero también una fortaleza de superar todo eso. Te ayuda a relativizar".
A Bentley, la maternidad, lejos de bloquear sus instintos artísticos, le disparó la creatividad. Algo le hizo click en la cabeza y le empezaron a venir estribillos en su idioma paterno. "Es curioso porque siempre había escrito algunas canciones en castellano, pero no terminaban de fluir, me parecía forzado. Y estas me salieron de una manera muy intuitiva y espontánea. En este disco, el idioma me eligió a mí".
De madre inglesa y padre murciano, Bentley considera que superar esa barrera idiomática le ha acercado más a su público. "Antes en los conciertos la gente me hablaba de la música, ahora me hablan de las letras. Hay una comuncación más directa", asegura y lamenta: "No sé cómo no había podido cantar en castellano hasta ahora".
Franco Battiato también ha tenido algo que ver con su primer disco íntegramente en castellano. "Siempre le he escuchado, de pequeña mis padres me lo ponían sin parar, pero en los últimos años le he escuchado mucho más. Es posible que también el cambio de idioma venga un poco por él. Pensaba: ¿por qué Battiato, siendo italiano, ha decidido cantar en castellano? Me hacía querer atreverme más", cuenta la cantautora angloespañola.
También ha experimentado la ilusión de las primeras veces haciendo el diseño artístico del disco. Nos enseña los dibujos a acrílico, que protagonizan la portada y acompañan el álbum, y que expuso en una galería madrileña con motivo del lazamiento de su nuevo proyecto. Colores fosforitos, planetas, fantasmas, autorretratos. "El disco habla mucho de la percepción del tiempo y aquí se ve cómo me la imagino plásticamente". Bentley estudió Bellas Artes pero, aunque apostó por la música, pintar para ella siempre ha sido un refugio familiar al que volver. De madre pintora y padre poeta, la cantante también heredó la melomanía familiar.
En Marchar, una de las canciones más emotivas del álbum, Bentley recupera una conversación que mantuvo con su madre, poco antes de morir de cáncer. "Estábamos en la cocina de casa y me dijo: 'Alondra, me voy a morir. No pasa nada. Tienes que pensar de forma menos occidental'. Me gustó mucho de ella esa fortaleza, esa paz, ese equilibrio de reconocer que la vida también es la muerte. Eso también es muy optimista, hay un optimismo en la tragedia".
¿Nos preparan poco para la muerte, para el dolor? "Hay una cultura del optimismo, del Mr. Wonderful, de fingir normalidad. Afortunadamente, las nuevas generaciones son un poquito más conscientes y tienen más educación emocional, pero históricamente no hemos sabido abarcar estos temas y son importantísimos porque todos los vamos a experimentar. No deja de sorprenderme que sea algo que, por miedo, le demos la espalda para no tener que verlo, es un flaco favor", señala la artista.
Bentley es de las de pequeñas grandes rebeldías. De las que piensan que el mundo iría un poco mejor "si todos cantásemos un poco más". Desde hace años, la artista combina la música con la docencia, dando clases de música en inglés a niños, a los que considera como "pequeños científicos" que analizan todo sin parar y a los que dedicó el disco infantil Sings for children, It's holidays! (2012). "Trabajamos mucho la voz y pequeña percusión. Sobre todo cantar, que es una cosa muy curativa, terapéutica. Todos deberíamos cantar, todo el rato, todos los días. Y si es con otra gente, mejor".
Alondra Bentley aterrizó en la música en pleno boom del folk femenino patrio en 2008, con artistas como Russian Red, Zahara, Annie B. Sweet, quienes en los últimos años han denunciado el machismo y paternalismo de la industria y la sociedad de aquel entonces. "Cuando yo empecé, que no fue hace tanto, había bastante escepticismo hacia los proyectos musicales hechos por mujeres, era muy habitual que te preguntaran: '¿Las canciones las escribes tú?'. Afortunadamente, en estos 15 años la industria musical ha cambiado muchísimo. Hay muchísimos proyectos musicales con mujeres. También hay muchos debates que no estaban, temas que no se hablaban. Una vez abiertos y visibilizados piensas cómo podíamos vivir en silencio".
Todas estas cantautoras, a las que encasillaron en el folk, han vivido su particular revuelta, experimentando con otros géneros y encontrando una voz propia. "Aparentemente al principio los caminos podían parecer similares, pero se ha ido constatando que son muy distintos. No creo que sea una cosa consciente, ni pensada ni planeada, sino que conforme vas encontrando tu voz, te vas diferenciando". Aunque la artista reconoce que siempre vuelve al "al origen", a ese género tan "agradecido" que "tiene la posibilidad de convertirse en cualquier cosa".
Además del lanzamiento de su nuevo disco, la cantante se encuentra de celebración por Segundo Premio, película de Isaki Lacuesta, en la que participa en la banda sonora, y que ha sido elegida como la candidata española a los Oscar. "Hace hace un año me llamó Isaki, me contó el proyecto de la película y me dijo que estaban en montaje con una canción de Vashti Bunyan, una cantante inglesa de los 60, y que había pensado en mí para escribir una canción para una escena. Mi alegría fue doble, porque Isaki es mi director favorito y soy superfan de Bunyan", asegura la cantante.
"A raíz de esto hemos empezado a escribir canciones juntos y ahora tenemos otro proyecto musical junto con Ylia (compositora del resto de la BSO, que hace música electrónica), de música más abstracta, en la que conviven unas canciones más folkies con la música electrónica y la abstracción", añade.
Love is the worst es una canción que musicalmente contrasta con el resto de la película, donde reina la psicodelia de Los Planetas. Sobre esta, el cineasta ha dicho: "La voz de Alondra Bentley cantando Love is theworst es el leitmotiv de Segundo Premio; un paisaje musical al que volvemos una y otra vez, y que nos da la clave emocional y atmosférica de la película. Una canción de amor que canta exactamente lo contrario (o no); una melodía y una voz sin tiempo, que tanto podrían pertenecer al pasado, como al presente o al futuro".