Este viernes por la tarde, las gorras, los pantalones anchos y las sudaderas con capucha pululaban por las inmediaciones del Wizink Center de Madrid. Algo gordo se cocía dentro: el concierto de despedida (temporal) de SFDK, los decanos del rap en España, que acaban de cumplir 30 años de carrera.
14.000 personas llenaron el recinto madrileño para decir “hasta luego” al dúo sevillano formado por el MC Saturnino Rey, alias “Zatu”, y el DJ Acción Sánchez, en el último concierto de su gira, que duró dos horas y media y en el que interpretaron tres docenas de temas.
Fue un broche de oro antes de tomarse una temporada de descanso, un baño de cariño con el público entregado. Sin embargo, palidece ante su apoteósico concierto de cuatro horas en el estadio de La Cartuja de Sevilla el pasado 22 de junio ante 60.000 personas —el concierto de rap más multitudinario hasta la fecha en España—, donde el dúo originario del humilde barrio de Pino Montano demostró que son más que profetas en su tierra hispalense. Allí son leyenda, dioses de la cultura de la calle.
En el cartel los sevillanos jugaron con picardía la carta del “concierto de despedida” que en realidad solo es temporal. Ya en La Cartuja confesaron que no era un adiós definitivo, y aquí volvieron a decirlo: “Solo vamos a tomarnos un descanso, pero no nos vamos para siempre. Tendrán que aguantarnos 30 años más”.
La mayor parte del repertorio estuvo dedicado a sus últimos discos, Sin miedo a vivir (2014), Redención (2018) e Inkebrantable (2023), y de sencillos aún más recientes, como “No Le Da”, aunque hubo guiños para los fans más veteranos —gran parte del público alzó las manos al aire cuando Zatu preguntó quiénes escuchaban a SFDK hace 20 años— con temas icónicos del dúo como “El Niño Güei”, del disco 2005; "Pruébalo", de Los veteranos (2007); y “¿Dónde está Wifly?”, de 2001 Odisea en el lodo (2003).
La escenografía, sencilla pero eficaz, estaba compuesta por una gran atalaya para Acción Sánchez, su mesa de mezclas, sus platos y su ordenador, bordeada por una pantalla, y otras cuatro más en formato vertical, una por cada letra del acrónimo SFDK. Este, por cierto, significaba en origen Straight From Da Kranny, algo así como Directamente desde el escondrijo, pero luego derivó en Siempre Fuertes de Konciencia.
Fuerte estuvo Zatu sobre el escenario, arropado en todo momento por Legendario, MC de apoyo en los conciertos, y por los beats y scratches de Acción Sánchez, que, allá en lo alto, no dijo ni una palabra en todo el concierto. Solo bajó a la tierra para tener su momento de gloria. Si el keytar es esa especie de guitarra con teclas con la que los teclistas tratan de molar como los guitarristas, el DJ se colgó también algo parecido a una guitarra pero que en realidad era un dispositivo para hacer scratching.
Para el Wizink tenían reservadas también algunas sorpresas en forma de artistas invitados. Destacan las de Sho-Hai y Kase.O, de Violadores del Verso, los otros gigantes del rap nacional, la única banda que podría toserle a SFDK y con la que, sin embargo, mantiene una estrecha relación y colaboraciones habituales. El primero subió al escenario para interpretar “Pichón Break”, y el segundo encadenó con Zatu “Señores del Brunch” con la festiva y contagiosa “Ringui Dingui”.
Fyahbwoy y Green Valley dieron un toque jamaicano a los temas “Todo lo que importa”, “Blondapetit” y “Nunca pararé”; el canario Bejo aportó su desenfado y su singular flow a “Pompa”, con grandes pelotas hinchables surcando la multitud; Kaze formó parte de uno de los momentos álgidos de la noche con “Mambo” y “Agua pasá”, al igual que Sara Socas, que apareció para interpretar su canción “Siente”. Completaron la lista de invitados Little Pepe, Nadal015, Víctor Rutty y Darmo.
Aparte de una saludable demostración de camaradería en un mundillo acostumbrado a las luchas de ego, las colaboraciones sobre el escenario fueron también la escenificación del relevo generacional en el rap. Y es que, aunque el hip hop haya experimentado numerosos cambios en su medio siglo de vida, el rap de la vieja escuela sigue teniendo tirón. “Hay que ver la que han liado un bombo y una caja. Al principio esto no lo escuchaba nadie y ahora es lo que escucha el mundo entero”, reflexionaba Zatu en referencia a la enorme influencia que ha alcanzado el hip hop, que ha marcado al resto de géneros de la música popular.
Lamentablemente, todo lo anterior fue empañado por una mala calidad del sonido, al menos en la sexta y última planta del recinto donde fuimos alojados. Una ecualización embarullada, con exceso de graves y medios tanto en las bases musicales como en la voz, hizo que solo se entendiesen algunas palabras sueltas. Todo un crimen en un concierto de un género basado, precisamente, en la palabra. El resto había que completarlo tirando de memoria en el caso de los seguidores más fieles, y era una tarea imposible para los menos expertos en el repertorio de los sevillanos.