Anda contento Antonio Moral (Puebla de Almenara, 1956) tras culminar el Festival de Granada este domingo. Buenos números en la taquilla. De récord, incluso. Objetivo nada fácil de alcanzar cuando se trata de intentar que el público de hoy le entre al capote de la música clásica (amén del flamenco y la danza). Cuesta mucho. Pero él tiene una acreditada habilidad para hacer que el personal se movilice y acuda a los conciertos. Lo demostró particularmente en su prolongado periodo al frente del CNDM, una institución cuya actividad descentralizó por toda España, trasfundiendo notas a casi todas las provincias. El mérito viene además reforzado porque la propuesta artística que ofrece no acepta abaratamientos ni atajos facilones. Ahí están Gardiner, Pires, Argerich... Eran algunos de los mascarones de proa del cartel, en el que, más allá de ellos, había qualité a raudales. Aunque hay que decir también que el encanto que ofrece Granada (a una velada musical en La Alhambra, por ejemplo, es casi imposible encontrarle parangón) opera como un atractivo del que carecen otras citas.
Pregunta. ¿Qué balance hace de esta edición que acaba de cerrar?
Respuesta. Pues realmente muy positivo. Estamos muy satisfechos. De entrada porque, desde mi llegada a Granada, por primera vez hemos podido disponer de los aforos completos en los diferentes recintos y por fin el público ha podido viajar desde otras provincias andaluzas y regiones españolas, aunque todavía no hemos terminado de recuperar el público internacional que perdimos a causa de la pandemia.
P. ¿Puede dar cifras que ilustren más precisamente su satisfacción?
R. Esta 71 edición ha sido la que más localidades ha puesto a la venta en toda la historia del Festival con un total de 37.415 plazas disponibles, de las cuales se ha ocupado el 84,72% ya que se han vendido un total de 31.701 entradas. Algo menos de lo previsto, ya que tuvimos que cancelar el recital del pianista Danil Trifonov por una lesión en el codo y devolver al público las entradas del concierto flamenco de Duquende, que dio la 'espantá' sin terminar su recital en el Teatro Municipal de La Chumbera.
P. Gajes del directo, que diría el clásico. Entonces la recaudación en taquilla bien, ¿no?, a pesar de los nubarrones en el horizonte.
R. Se ha alcanzado un récord histórico de taquilla con 1.125.000 euros, nunca antes en toda la historia del festival se había llegado al millón de euros. En total sumando los conciertos de pago y los gratuitos del FEX y los matinales de las iglesias hemos tenido una afluencia de público histórica con cerca de 50.000 asistentes. En concreto este han pasado por el festival un total de 49.733 espectadores. Con respecto a los Cursos Manuel de Falla, que han cumplido 53 ediciones, hemos tenido 15 actividades académicas con 178 alumnos matriculados.
P. Confiésenos: ¿qué conciertos le han hecho más feliz estos días?
R. Es difícil quedarse con uno u otro, tenga en cuenta que al final hemos disfrutado de 102 espectáculos con 107 pases, pues en algunos espectáculos del FEX se ha hecho doble pase. Pero si tengo que elegir media docena de momentos memorables, citaría el concierto inaugural conmemorativo del Centenario del Concurso de Cante Jondo en la plaza de los Aljibes, que fue muy emotivo; el sensacional recital de Lied de André Schuen y Daniel Heide; el Concierto en sol mayor con la legendaria Martha Argerich y Charles Dutoit en el podio, donde hubo momentos realmente mágicos; el recital de Jean-Guyen Queiras, el rompedor espectáculo de danza flamenca de Patricia Guerrero y el concierto de clausura de la Orquesta Sinfónica de Londres con Maria Joao Pires y John Eliot Gardiner, que bordaron el último Concierto para piano de Mozart.
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P. Organizar el festival de este año habrá sido coser y cantar después del caos sobre el que tuvo que armar las ediciones anteriores, ¿no?
R. Aunque la situación se ha normalizado, también hemos tenido algunos sustos. Tuvimos que cancelar –y cambiar– el Ballet del Mariinski de San Petersburgo justo dos días antes de la presentación oficial del festival en Granada el pasado 4 de marzo. Al final pudimos contar in extremis con el Ballet Nacional de Eslovenia, que tuvo un enorme éxito. Luego vino la inoportuna lesión de Trifonov, un pianista de culto entre los aficionados al piano, cuya presencia en el festival había despertado una gran expectación y nos dejó cojo el calendario del último fin de semana. Pero está claro que la edición de este año nada tuvo que ver con las dos anteriores, que fueron un auténtico reto de organización.
P. Lo cierto es que en estos tiempos pandémicos el festival ha ampliado su proyección mediática gracias a mantener el pulso mientras otros arrojaban la toalla. ¿Cómo pondera este hecho?
R. Bueno, no sé… Estas cosas se resuelven sobre la marcha, no te da tiempo a pensar. Hay que tener mucho temple y la cabeza bien fría, pero con todo y con eso, y a pesar de mi larga experiencia en la gestión musical, esta situación que hemos vivido te pasa factura y te crea un fuerte estrés por la incertidumbre que te toca vivir. Han sido dos años muy complicados. Espero que no vuelva a producirse esta situación nunca jamás.
"Nunca antes en toda la historia del festival se había llegado al millón de euros"
P. Ha sido un año con un particular protagonismo del flamenco por la efeméride del centenario del Festival de Cante Jondo de 1922. ¿Qué ha supuesto para la ciudad evocar este acontecimiento?
R. Mucho para una ciudad en la que el flamenco es una parte inseparable de su idiosincrasia. Aquí se respira flamenco por las esquinas de la ciudad, especialmente en el Albaicín o el Sacromonte, pero también en otros barrios como la Chana o el Zaidín. Aquí mucha gente conoce, canta, baila o ‘sabe’ mucho de este arte tan genuino y particular. Por eso era muy complicado conmemorar este Centenario del Concurso de Cante Jondo, que impulsó Falla con la complicidad de Lorca, Zuloaga, Giner de los Ríos, Andrés Segovia, Turina y otros muchos músicos e intelectuales de la época, de aquellos gloriosos años veinte del siglo pasado. A mí personalmente es lo que más me preocupaba de esta edición. Yo no soy un experto en absoluto en este mundo y aunque he programando conciertos durante ocho años en el Auditorio Nacional, en concreto desde mi llegada al CNDM en 2010, Madrid no es Granada. Era un enorme riesgo, pero todo ha salido muy bien y este año los espectáculos de cante, toque y baile en el Festival se han saldado con sonados éxitos. Tengo que agradecer la complicidad de Marián González que me ha ayudado muchísimo con la programación y sus imprescindibles contactos para rematar un cartel histórico.
P. ¿Continuará ganando peso en las programaciones granadinas venideras?
R. La inclusión del flamenco es obligada. El flamenco no puede tener una presencia testimonial aquí. Debe ser como Mozart en el Festival de Salzburgo o Beethoven en el Festival de Bonn. Aunque la ciudad cuenta ya con varios festivales de flamenco durante el año y se canta y baila flamenco por doquier, sobre todo en el Sacromonte y el Albaicín, pocos pueden llegar a programar lo que nosotros presentamos. Contamos con los espacios más bellos de la ciudad y con unos medios técnicos y humanos que solo están al alcance de un gran festival.
P. A bocajarro: ¿la sociedad española sabe valorar el legado flamenco como merece?
R. La española no sé. La andaluza y la granadina, por supuesto. El flamenco ha ido ganando muchos adeptos fuera de Andalucía. Madrid tiene mucho y buen flamenco. Lo mismo le pasa a Barcelona y cada vez hay más festivales fuera de nuestro país, varios en Francia, Londres, Ámsterdam o Nueva York. El flamenco, cuando te sumerges en él, engancha.
P. Por cierto, ¿se ve muchos años al frente del festival andaluz? ¿Y qué es lo que más le atrae de él como programador en relación a otros retos que afrontado durante su carrera?
R. No lo sé, depende mucho de las instituciones que lo sostienen y que forman su Consejo Rector. Desde mi primer día aquí he planteado una serie de puntos que me parecen claves para que este festival se dote de una estructura más ágil y adecuada en los tiempos que corren, que no es otra cosa que una fundación pública. Además yo vine aquí con el objetivo de internacionalizar de verdad el festival, como en su día, allá por los años setenta del siglo pasado. No basta que la palabra ‘internacional’ luzca en su íncipit sin más como reza desde 1953: Festival Internacional de Música y Danza de Granada. En el 52 se refundó como Festival de Música y Danza Españolas, pero el festival como tal lleva funcionado desde 1883 y eso lo convierte en uno de los más antiguos de Europa. El Festival de Granada es uno de los grandes pilares culturales de nuestro país. Y muchos aún no se han dado cuenta o quizás prefieren no hacerlo
P. ¿Cuéntenos en qué aspectos quiere cargar la suerte en la próxima edición? Ya los irá vislumbrando, imagino.
R. De esto ya hablaremos después del verano, no en este momento, lo que toca es hacer balance…