Béla Bartók: "Concierto para violín nº 2".
¿Se puede pedir todo? ¿Precisión, fidelidad a la partitura, perfección técnica y, a la vez, ímpetu recreador, visión nueva que haga renacer la vieja partitura, sin caer en la novedad por la novedad, en la extravagancia? Claro que podemos; es más, debemos, aun a sabiendas de estar pidiendo un imposible. Al intérprete que dé vida nueva a una partitura casi siempre se le encontrarán infidelidades, pasajes interpretados con demasiada libertad, y al que se atenga obsesivamente a lo escrito le caerá casi siempre el sambenito de la frialdad. Por eso es tan difícil el oficio de intérprete y está tan bien pagado.
Gil Shaham es un gran virtuoso, un gran violinista; este disco contiene versiones muy valiosas y, sin embargo, no nos deja convencidos. Todo está en su sitio, tanto lo de Shaham como lo de Boulez y los sinfónicos chicaguenses, pero al cabo del rato empezamos a desear alguna nota sacada de madre. La sensación que nos queda es de que hay mucha más vida en este Bartók de la que nos enseña Shaham. ¡Qué cosas!: un disco perfectamente bien interpretado que me deja perfectamente frío
Gil Shaham es un gran virtuoso, un gran violinista; este disco contiene versiones muy valiosas y, sin embargo, no nos deja convencidos. Todo está en su sitio, tanto lo de Shaham como lo de Boulez y los sinfónicos chicaguenses, pero al cabo del rato empezamos a desear alguna nota sacada de madre. La sensación que nos queda es de que hay mucha más vida en este Bartók de la que nos enseña Shaham. ¡Qué cosas!: un disco perfectamente bien interpretado que me deja perfectamente frío
