Casi todos los contratenores tienen algo de artificioso, en la emisión de la voz y en su manera de cantar. Pero el caso de David Daniels es diferente. Su técnica de canto sigue los esquemas tradicionales, sin engolamientos ni sonidos fijos que afectan a la mayoría de sus compañeros de cuerda. Y su capacidad artística es de primerísimo orden, como podemos apreciar en este hermoso compacto, en el que aparecen las obligadas arias antiguas (Gluck, Cesti, Caldara, Lotti), comparables a las versiones más grandes, pero también unos modélicos lieder de Schubert (Noche y sueños), unas bellísimas mélodies de Gounod y un Poulenc lleno de ironía e incisividad. Sin olvidar las canciones de Henry Purcell y Ralph Vaughan Williams, de las que ofrece una sensible e idiomática recreación.
La colaboración, desde el piano, de un acompañante de la categoría de Martin Katz termina de redondear este estupendo compacto, que supone un retrato muy cabal de un cantante con muchas cualidades.