Image: Buceando en la memoria

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Discos

Buceando en la memoria

17 enero, 2001 01:00

La última remesa presentada por EMI dentro de su línea de grabaciones históricas denominada Références incluye una serie de registros líricos de un valor indiscutible. Destacan, muy en primer lugar, los títulos de Verdi registrados por Tullio Serafin al frente de los conjuntos de la ópera de Roma y las voces más granadas de la época. Un ballo in maschera (1943) sigue siendo una de las versiones más valiosas de la obra, con un Beniamino Gigli pletórico de facultades, bien rodeado de un reparto de primeras figuras entre las que brilla la joven Fedora Barbieri como Ulrica.

El tenor italiano es también, con su canto expansivo y natural, su fraseo generoso y la riqueza de su instrumento, una de las estrellas de la Aida de 1946, dirigida con autoridad y excelente pulso teatral. No le va a la zaga en cuanto a calidad tímbrica y solidez en el acento la soprano Maria Caniglia, si bien en el aspecto expresivo resulta más anticuada. No así la vehemente Amneris de la espectacular Ebe Stignani, ni los magníficos Amonasro y Ramfis, a cargo, respectivamente, de Gino Bechi y Tancredi Pasero.

El maestro también empuña la batuta en un Requiem llevado a los estudios en 1939, en el que además de acompañar admirablemente a un imponente cuarteto (Caniglia, Stignani, Gigli y Pinza) deja que la música respire con un discurso tan fluido como elocuente.

Las otras dos realizaciones verdianas no alcanzan la misma altura -un Don Carlo de 1954 y un Simon Boccanegra de 1957-, principalmente a causa de la visión más rutinaria de Gabriele Santini, aunque en ambos destacan las fuertes personalidades de Boris Christoff y Tito Gobbi (y, en la segunda, la Amelia de un supremo lirismo de Victoria de los ángeles).

No podemos terminar reseña sin referirnos a los dos recitales de Elisabeth Schwarzkopf: el antológico álbum Schubert con Edwin Fischer al piano, de 1952, y el hermosísimo programa straussiano que reúne los Cuatro últimos lieder y la escena final de Capriccio con Otto Ackermann, de 1953, y los fragmentos de Arabella con Lovro von Matacic, de 1954.