El siberiano Vengerov (1974) frasea con una naturalidad y al tiempo una densidad impresionantes y es muy expresivo. Llega fácilmente al oyente merced a un arco de una vibración e intensidad excepcionales pese a que su sonido no es realmente grande ni tiene la potencia de ilustres antecesores como Oistraj, Kogan o Milstein. En este recital, grabado en 2002, Vengerov realiza ejemplares interpretaciones de cuatro de las Sonatas del belga Eugène Ysaÿe, piezas que supusieron en su momento (1924) una suerte de actualización de la escritura bachiana. El disco se completa con dos obras del ruso Rodrion Schedrin, Echo Sonata, también en la estela de Bach, y Balalika, un pizzicato ofrecido como propina por el violinista en un recital londinense de 2000. Es magnífica y desde luego curiosa la versión de la famosa Toccata y Fuga BWV 565 para órgano, arreglada para violín por Bruce Fox-Lefriche. Y es que siempre se habló de que en el origen de la composición organística estaba una sonata para violín solo.