Leonard Bernstein
Hay en muchas de sus obras una base expresiva o argumental relacionada con su procedencia judía, así en sus tres sinfonías: nº 1, Jeremiah, nº 2, La edad de la ansiedad (que puede considerarse también un concierto para piano y orquesta), y nº 3, Kaddish. Bernstein hace profesión de fe y comunica un mensaje espiritual consolador. Hallamos en estos siete discos páginas extraídas de comedias musicales, como la obertura de Candide, las Danzas de West Side Story, el Concierto para orquesta, los ballets Fancy free y Dybbuk, la Serenata (en realidad un concierto para violín), la suite sinfónica de la película La ley del silencio, los Salmos de Chichester y el ciclo de Poemas americanos para seis cantantes y orquesta.
Bernstein nos gana, pese al conservadurismo y en ocasiones la trivialidad de sus formulaciones, por su elocuencia, su capacidad de orquestación y su manejo de los más variados ritmos, con frecuencia derivados del jazz. Las interpretaciones, con orquestas y cantantes de altura -citemos a Christa Ludwig, Montserrat Caballé y Gidon Kremer entre ellos- son de referencia, tienen un verbo y un poder de comunicación extraordinarios. Como no podía ser menos.