20 años del Reina Sofía
Con el reciente estreno de Mario Gosálvez Blanco se cumplió la XX Edición del Premio Reina Sofía de Composición Musical, el más importante de los que se otorgan en España a una composición sinfónica. Con ese motivo, el sello RTVE Música acaba de presentar una colección de discos compactos que reúnen esas composiciones. La colección constituye un amplio escaparate de la creación musical de estas dos últimas décadas.
Los Premios "Reina Sofía"nacieron en 1982 por iniciativa de Carlos Ferrer Salat, el empresario que alcanzó gran influencia en la España de la Transición y que murió tempranamente en 1998. Se trataba de impulsar y difundir la música clásica de hoy mediante un premio de prestigio. Para ello, don Carlos creó la Fundación "Ferrer Salat" que, desde entonces, se dedica en exclusiva a la convocatoria, organización y difusión de este Premio. A la muerte del fundador, su hijo Sergi accedió a la presidencia de la institución y se propuso continuar la labor emprendida por su padre.Este Premio contó desde su primera edición con algunas características que lo hacen especialmente atractivo para los compositores. El Premio lleva el nombre de la Reina, lo cual otorga prestigio a los ganadores y estimula a los organizadores para hacer las cosas especialmente bien. Además, Ferrer Salat tuvo el acierto de vincular su premio desde el principio a una institución como la Orquesta Sinfónica de RTVE, que ha presentado puntualmente todas las partituras premiadas. Año tras año, el estreno del Premio "Reina Sofía", defendido tradicionalmente por el director titular, viene a constituir uno de los momentos estelares de la temporada de abono de la Orquesta. La Reina asiste siempre y entrega el premio en una sencilla ceremonia que tiene lugar en el propio Teatro Monumental.
El eco de esta sesión se multiplica enormemente gracias a la retransmisión por radio y televisión, otro beneficio añadido que Ferrer supo ver y procurar para su Premio. A todo ello hay que añadir una dotación en metálico de 18.500 euros y la elaboración y donación posterior al compositor de los materiales de ejecución, es decir, del juego de partituras orquestales, que no es ninguna bagatela. Recibir el Reina Sofía es, pues, una gratísima noticia para cualquier compositor.
Obras orquestales
El Premio se entrega por el mérito de una composición orquestal concreta, que se envía anónimamente a la organización y que es la que después se estrena. Sin embargo, en ausencia de composiciones merecedoras del Premio, el Jurado puede declararlo desierto y otorgarlo entonces a un compositor de prestigio por el conjunto de su obra. Eso ha ocurrido en tres ocasiones, y por eso recibieron en su día el Premio "Reina Sofía" los compositores Witold Lutoslawski (1985), Xavier Montsalvatge (1992) y Gonzalo de Olavide (2001).
Lo que el sello RTVE Música presenta ahora son los cuatro primeros discos de una serie de seis, que ha de acabar conteniendo la música de los veinte primeros premiados. Los dos álbumes que aún están en proceso de elaboración llevarán obras de Javier Santacreu (1998), Jesús Torres (1999), Mario Gosálvez (2003), así como del mencionado Olavide.
De los otros dos "premios a toda una vida", la colección recoge obras muy significativas: las Canciones negras de Montsalvatge, la partitura-bomba con la que su autor se hizo en 1945 un nombre en todo el mundo; y el Concierto para violonchelo y orquesta de Lutoslawski, que Rostropovich estrenó en Londres en 1980.
El palmarés del Premio Reina Sofía lo inauguraron dos representantes de la Generación del 51, es decir, la de los nacidos en torno a 1930: Joan Guinjoan y Claudio Prieto. Ambos ganaron el premio con obras de peso, que identifican con claridad los estilos respectivos de dos compositores que destacan por su intuición expresiva: Trama (1983) de Guinjoan y Concierto imaginante (1984) de Prieto, interpretada esta última por el violinista Agustín León Ara. A la misma generación pertenece Agustín Bertomeu y, a la sección más joven de ella, el propio ángel Oliver. Bertomeu ganó con un Concierto para violonchelo y orquesta (1989), tocado por Lluís Claret, y Oliver con Nunc (1987) para orquesta de cuerda.
Los jóvenes
Los más recientes premiados nacieron en torno a los años cincuenta o sesenta. José Luis Turina obtuvo el Premio en 1985 con Ocnos que, como es gusto de su autor, pone a jugar la música con la palabra.
Vinieron después Agustín Charles, el prolífico compositor de Manresa (Iunxi, 1988), y otros muchos artistas catalanes o establecidos en Cataluña: el también director Salvador Brotons (Virtus, 1991), Martínez Espinosa (La jeune Martyre, 1993), Alejandro Civilotti (Cinco grabados, 1995), Albert Llanas (Derivations, 1996) así como Martín Jaime (Klavierkonzert, 1997).
Completan el repertorio de estos discos la francesa Sophie Leclerc (Syzygies, 1990), el zaragozano Víctor Rebullida (In memoriam, 1994) y, por último, el madrileño Mauricio Sotelo (Si después de morir, 2000), que introduce en su partitura el arte jondo del cantaor Arcángel.