Dos obras ejemplares, la de Grieg de rasgos más exteriores, hasta cierto punto popular, aparece, sin embargo, influida por la de Schumann, de una pátina poética más reconocible y de una singular conflictividad emotiva. Andsnes se está imponiendo como pianista sólido, musical, muy preparado técnicamente. Lo pone en evidencia aquí con un juego dinámico bien controlado, un fraseo de clase y una digitación de primorosa claridad. Esos abismos que se avistan en la partitura del alemán y que la gracia acentual de la del noruego quedan un tanto marginados en beneficio de una impresionante construcción y de una exposición sinfónica espectacular, con una suntuosa Filarmónica de Berlín y la expeditiva batuta de Jansons.