Los 4 conciertos de Rachmaninov son, pese a su romanticismo fuera de hora y su discutible dulzarronería, piezas básicas del repertorio pianístico. Exigen una técnica descomunal. Zimerman ha acertado plenamente en estas interpretaciones de los dos primeros, registradas ya hace tiempo en Boston (1997, 2000). Limpidez de fraseo, lirismo desbordante, digitación impecable, dentro de los cauces puramente musicales, sin excesos, son sus armas. Ya el comienzo del nº1 nos pone en alerta por su impresionante plasmación sinfónica y por el deslumbrante juego del artista polaco, para quien estas obras están llenas de vida. Y nos lo demuestra, apoyado además en un espléndido acompañamiento de Ozawa y la Sinfónica de Boston.