Tras sus colecciones dedicadas a grabaciones en vivo en la Staatsoper de Viena y el Teatro Nacional de Munich, la discográfica Orfeo se ha llevado, como suele decirse, "el gato al agua", al firmar un contrato con el Festival de Bayreuth que le permitirá acceder a las tomas originales de las grandes veladas de la edad de oro wagneriana. Como primera muestra aparece el mítico Tristán e Isolda, que Herbert von Karajan dirigió el 23 de julio de 1952, con un sonido infinitamente superior a todas las ediciones que han circulado anteriormente, y que permiten disfrutar en todo su esplendor de una batuta en auténtico estado de gracia, llena de arrebato febril y sin los excesos que aparecerían en posteriores interpretaciones del ilustre maestro salzburgués.

En la abstracta producción escénica de Wieland Wagner -que tanta trascendencia tuvo en la evolución de la dramatización de su abuelo-, contó con un reparto sensacional, encabezado por la soprano Martha Müdl en una Isolda toda pasión, y un Ramón Vinay que es uno de los poquísimos tenores que "pueden" vocalmente hacer frente al papel. Ambos expresan su amor de un modo incandescente, rodeados por un elenco de lujo en el que también destacan la cálida Brangania de Ira Malaniuk, el noble y patético rey Marke del bajo Ludwig Weber y el impulsivo Kurwenal del recientemente desaparecido barítono Hans Hotter. Un Tristán, sin duda, que merece justamente el adjetivo de legendario.