Hay en este disco precioso y sumamente atractivo bastante más que los sambenitos habituales a los que se recurre habitualmente para definir el hacer creativo del madrileño Alfredo Aracil (1954). Efectivamente, como siempre ocurre con su música, el refinamiento, el poso cultural y el oficio que subyace en ella son rasgos distintivos, casi inconfundibles. Pero, sobre todo, más allá de estos sabidos lugares comunes, las tres obras que agrupa este valioso compacto -el wolfiano y casi wagneriano Adagio con variaciones de 1997; las operísticas Tres imágenes de Francesca (1990/1991), y la machadiana Las voces de los ecos, de 1984- son reflejo y fruto de un creador cargado de ideas, de imaginación y de medios para plasmarlas y revelarlas al oyente óptimamente.

Aracil, sin duda uno de nuestros compositores más lúcidos e interesantes, es también "un intelectual con música de pensamiento", como escribió Carlos Gómez Amat cuando se estrenó en Las Palmas el fascinante Adagio con variaciones, cuyo sutil inicio tanto recuerda al del Lohengrin wagneriano. Música sensible e inteligente, tímbricamente apasionante, nueva y clásica a un tiempo. Las interpretaciones, excelentes, están a tono con la sensible calidad del pentagrama. Un diez para Aracil y sus traductores: las sinfónicas de Tenerife y RTVE, la Filarmónica de Gran Canaria, Víctor Pablo Pérez, José Luis Temes, José Ramón Encinar y la mezzosoprano Ameral Gunson. Muy buen sonido y estupendos textos en el muy documentado cuadernillo que acompaña el compacto.