Esta producción de Tristán e Isolda presentada en la Staatsoper vienesa en mayo de 2003 bien merece haber sido conservada en disco, ya que se trata de una de las mejores versiones modernas de la obra y también de las más conseguidas representaciones wagnerianas de los últimos años, además de uno de los más completos trabajos de Christian Thielemann. El maestro alemán ofrece un Tristán excelentemente planteado, con una admirable realización del profundo entramado músico-dramático al servicio siempre de un magnífico clima teatral cuya temperatura no decae en ningún momento.

Los cantantes se integran a la perfección en el clima de febril excitación planteado por la batuta, en especial la soprano Deborah Voigt en su primera Isolda, con una voz que ha ganado en cuerpo y en proyección y una madura comprensión del personaje, cuya agotadora tesitura domina sin desfallecer. Sin llegar al mismo nivel, el tenor Thomas Moser es un Tristán de una enorme dignidad, al que cuadra bien su timbre baritonal. Y si en el dúo de amor llega al límite de sus facultades, en el tercer acto se resarce por su alto voltaje expresivo. Muy bien la Brangania de Petra Lang (sobre todo en las advertencias del segundo acto), de gran humanidad el rey Marke de Robert Holl y entonados el Kurwenal de Peter Weber y los papeles menores. Preciosa la cubierta, que reproduce un cuadro sobre Tristán e Isolda de David Hockney.