No es muy conocida la obra para laúd de Bach, que realmente se reduce a unas cuantas piezas, las que van de la BWV 995 a la BWV 1000, con el añadido de la 1006ª. Por lo que nos cuenta el intérprete de estas piezas, el compositor no mostró mucho entusiasmo por el instrumento, que estaba ya de capa caída, y escribió en tonalidades que daban lugar a no pocos problemas técnicos. Además no usaba la tradicional tablatura del laúd (código gráfico para la colocación de los dedos), sino que se servía de la notación de los instrumentos de tecla. Este disco es de una notable belleza, porque Andreas Martín, que toca en este caso una tiorba, un tipo de laúd más grande, posee una sonoridad muy hermosa y un fraseo muy elegante. Sus digitaciones son de una claridad sorprendente y nos hacen en verdad disfrutar de estos pentagramas, en los que Bach se copió bastante a sí mismo, como era habitual. Queda en buen lugar, incluso frente a las grabaciones de uno de sus maestros, Hopkinson Smith.