Giuseppe Verdi

En los primeros años 80, Daniel Barenboim dirigió en la Deutsche Oper de Berlín (el actual rival de su teatro, la Staatsoper, entonces al otro lado del muro) dos producciones de Aida y El Holandés errante muy elogiadas en su momento. Llega ahora el testimonio de la ópera verdiana, con un sonido realmente magnífico que permite disfrutar de la versión en todo su esplendor. El maestro bonaerense tiende a cargar las tintas en ciertos momentos, pero su lectura rezuma drama y pasión. Luciano Pavarotti había debutado poco antes como Radamés en San Francisco, y aporta al papel un timbre soleado de exultante belleza y unos acentos vibrantes y apasionados (el instrumento había ganado cuerpo sin perder un ápice de su esmalte).

Stefania Toczyska sabe combinar temperamento con un color sensual y un canto matizado. Dietrich Fischer-Dieskau estaba ya en sus últimos pasos escénicos, aunque aún tiene restos de su proverbial autoridad como Amonasro. Impresionantes el Ramfis de Matti Salminen y el Faraón de Harald Stamm.

Pero la máxima estrella es, sin duda, la Aida de Julia Varady, sencillamente fabulosa en su mezcla de fragilidad y de orgullo, como corresponde a la enamorada hija de un rey, con una voz que asciende luminosa al agudo manteniendo su bellísimo color lírico y un fraseo extremadamente pulido. En suma, una de las mejores versiones discográficas de Aida.