No está nunca de más echarle un ojo (o un oído) a la música de Alexander Glazunov, dilecto alumno de Borodin y Rimski y maestro a su vez de Shostakovich. Experto orquestador, hábil constructor sinfónico, con interesantes planteamientos temáticos. Su trabajo motívico, su sutileza en las variaciones y la voluntad de superponer ritmos nos los acercan a Brahms; salando distancias, claro. Este disco nos trae dos de sus piezas orquestales más conocidas: la Sinfonía nº 5 (escribió hasta ocho) (1895), llena de vida, exultante de fantasía y de colorido, y el ballet Las estaciones (1899) animado y variado, en la mejor tradición chaikovskiana. Las versiones vienen firmadas por el director y compositor uruguayo José Serebrier (1938) y la Real Orquesta Nacional de Escocia. Son recreaciones precisas y competentes ante una orquesta cumplidora. Aunque no llegan al nivel de las interpretaciones ya consolidadas de los rusos: Svetlanov para ambas obras, Mravinski para la sinfonía.