Saúl (1739) es uno de los oratorios más originales de Haendel, que contó con un libreto magnífico de Charles Jennens. Riqueza y variedad de instrumentación, fantasiosos números corales, imponente estructura dramática y fuerte arquitectura armónica son algunas de las virtudes de la obra, a medio camino entre lo trágico y lo sentimental. Los personajes bíblicos adquieren una inesperada humanidad y pueden expresar sus afectos con naturalidad, siempre servidos por un canto que combina, como era habitual en el autor, la línea spianato con la florida, construyendo un muy depurado belcantismo. La imaginativa variedad de las arias, los ágiles recitativos, los amenos da capo, los contrastes dinámicos, los formidables conjuntos corales, de un vigor extraordinario, entre los que no faltan, por supuesto, las fugas, contribuyen a dotar de valor a esta partitura magistral.

Anotemos la significación dramática, con sus acordes martellato, del aria de la Bruja de Endor o la finura expresiva del aria de David "O Lord, whose mercies numberless", con su acompañamiento de arpa (lira). Son dos simples muestras de una composición que Jacobs ejecuta con notable fluidez narrativa, imprimiendo a cada página su carácter propio. Una auténtica fiesta sonora, excitante y vital, más lograda incluso que la de Gardiner para Philips de 1989. En ella participan unos magníficos orquesta y coro y unos solistas idóneos, entre los que sobresale el contratenor Lawrence Zazzo, de muy bello timbre de contralto y excelente afinación.