La Grande Chapelle. Schola Antiqua. Á. Recasens. Lauda 002. T. Luis de Victoria: Requiem 1605. The Sixteen. H. Christophers. Coro Cor 16033
No se sabe a ciencia cierta si, en las exequias de Miguel de Cervantes, en el madrileño Convento de las Trinitarias, en 1616, intervino alguna capilla musical o si tan sólo las voces de las monjas le acompañaron en su último trance. Este sugerente disco que acaba de publicar el sello Lauda elabora su propia hipótesis a partir de piezas sacras de dos compositores coetáneos del literato. El grueso del programa lo configuran dos magnas obras del flamenco Mathieu Rosmarin, que pasaría a la historia con el nombre que adquirió al establecerse en la corte española, Mateo Romero. Se trata de dos bellísimas partituras: el Officium Defunctorum y la Missa pro Defunctis. Estos funerales imaginarios se completan con las Absolutiones del zaragozano Pedro Ruimonte y el motete Tota pulchra es de Sebastián López de Velasco, que fue maestro de capilla de la Catedral de Segovia. La interpretación de la Grande Chapelle, a la que se une Schola Antiqua en las partes de canto llano, combina el rigor estilístico con una intensa emoción.
El Réquiem, la última obra de Tomás Luis de Victoria, constituye una de las cimas de la polifonía española renacentista. El conjunto inglés The Sixteen, con Harry Christophers, emplea los mismos efectivos que se utilizaron en las Descalzas Reales en memoria de la emperatriz María de Austria, hermana de Felipe II, apoyando sutilmente las voces con órgano de cámara y bajón. La interpretación contrasta con la del disco anterior por una mayor contención.