El búlgaro Nicolai Ghiaurov, recientemente desaparecido, fue uno de los bajos más sobresalientes de la última mitad del siglo XX. Uno de sus escenarios habituales fue, además del Festival de Salzburgo hasta su discusión con Karajan, la ópera de Viena, donde debutó en 1957. Orfeo ha recuperado algunas actuaciones que van de 1969, con el aria de Fiesco de Simon Boccanegra extrañamente dirigida por Krips, hasta el ya tardío 1998 con la de Gremin de Eugenio Oneguin junto a Ozawa. En medio, las arias primordiales para cualquier bajo: de Don Carlo, Attila, Macbeth, El Barbero y, cómo no, Boris Godunov. Todo permite disfrutar con la emoción del vivo de una voz homogénea, redonda, preciosa de timbre y con gran caudal que manejaba con línea y musicalidad poco comunes.