Ejemplo camerístico acabado de Shostakovich es la Sonata para violonchelo, de 1934, que anuncia ciertos turbadores y doloridos instantes de la Sinfonía nº 5, así ese ensimismado Largo inicial, y temas sarcásticos y humorísticos que harían fortuna en la música posterior del autor. Como ese tan movedizo, de bárbara ironía, que protagoniza el primer movimiento del Concierto y que reaparece en su final, emparentado con el tercero del Cuarteto nº 8. La joven Chang posee una técnica fabulosa y un alto grado de perfección ejecutora, y lo demuestra en ambas obras, con el limpio concurso de Pappano, como director y como pianista. Quizá a estas versiones les falte el nivel de ferocidad y tensión que poseían las de Rostropovich, pero constituyen una opción moderna de mucho valor.