En el verano de 1955, los técnicos de Decca se instalaron en el Festspielhaus de Bayreuth para llevar a cabo la primera grabación en estéreo del Anillo del Nibelungo de Wagner, en vivo, durante las representaciones de aquel año. Por diferentes motivos (principalmente, las intrigas de la firma rival, la también británica EMI), esta grabación nunca se publicó, y quedó eclipsada unos años más tarde por la grabación en estudio de Georg Solti, todo un clásico de la discografía. Más de medio siglo después, Testament anuncia la edición de aquella Tetralogía perdida y ahora recuperada.

La primera entrega del ciclo es Sigfrido, y su publicación ha supuesto una verdadera conmoción en el mercado fonográfico. En primer lugar, por la calidad del sonido, de una presencia y una calidez que nos hacen sentirnos dentro de la propia sala. Y después, por la altura musical. Joseph Keilberth, injustamente considerado a menudo como un simple Kapellmeister, ofrece una lectura de un lirismo exacerbado, de texturas claras y transparentes. El reparto es de auténtico ensueño. Wolfgang Windgassen nunca fue un Heldentenor, pero su Sigfrido es un modelo de inteligencia, musicalidad y resistencia. Astrid Varnay está radiante como Brunilda, y el Wotan de Hans Hotter, el Alberich de Gustav Neidlinger, el Mime de Paul Kuen o el Fafner de Josef Greindl son sencillamente modélicos. La presentación es magnífica, con una detalladísima información sobre los avatares del registro (dignos de la mejor novela policiaca) y una abundante documentación gráfica.