En su novela Concierto barroco, Alejo Carpentier recrea la interpretación de una ópera de Vivaldi, Motezuma. La música de esta obra, que el gran escritor cubano recreaba con su extraordinaria imaginación, se había dado por perdida, quedando sólo el libreto, pero finalmente ha aparecido -algo incompleta- en los archivos de la Sing-Akademie de Berlín, en 2002 (tras un rocambolesco paso por Kiev). La grabación de este Motezuma (sic) ha supuesto un nuevo acontecimiento dentro de la ópera vivaldiana. La reconstrucción de Alessandro Ciccolini (concertino del Complesso Barocco) es excelente, hasta el punto de que no sabemos qué procede del compositor italiano y qué ha sido añadido, resultando una música llena de fuerza, brillantez y teatralidad.

Al frente de un rejuvenecido Complesso Barocco, el veterano Alan Curtis propone una lectura quizá no tan exultante, pero también menos agresiva, que la de otros vivaldianos de las últimas hornadas, con un excelente grupo instrumental y un impecable elenco de solistas, en el que destacan el barítono Vito Priante en el atribulado emperador azteca, la contralto Marjana Mijanovic en el de su aguerrida esposa Mitrena, y la soprano Roberta Invernizzi en su delicada hija Teutile. La navarra Maite Beaumont es un arrojado Hernán (aquí Fernando) Cortés, y Romina Basso una auténtica revelación como su hermano menor, Ramiro, sin olvidar a Inga Kalna en el fiero general Asprano. Como mandaban los cánones de la época, la obra tiene un final feliz, con la unión de la hija del emperador con el hermano del general hispano.