Elisabeth Schwarzkopf
Recital en el Festival de Aix-en-Provenze
14 septiembre, 2006 02:00Puede que tal circunstancia motive algún que otro problema de ejecución. La verdad es que no importa. La voz, de un lirismo intenso y luminoso, nos llega clara, soleada, frágil y al tiempo coloreada, sensual, envuelta en mil y una luces. Los agudos, fáciles y resueltos, penetrantes, directos, timbrados, con esa característica tendencia al entubamiento, se inscriben en una línea vocal de admirable control y sencillez. No nos molestan nada ese singular alquitaramiento de la dicción o los infinitos claroscuros, que permiten, por ejemplo, un arrobo especial en "Care selve" de Atalanta de Haendel, seguida de un milagroso "Plaisir d’amour" de Martín, en donde se perdona el curioso francés.
Piezas -algunas de gran concentración expresiva- de Bach ("Bist du Bei Mir"), Haendel, Gluck ("Einem Bach der fliesset"), Mozart, Pergolesi, Beethoven, Schubert, Schumann, Brahms (Trennung, op. 97 n° 6, Von Ewiger Liebe, op. 43 n° 1) y Wolf (Goethe y Mürike Lieder) se nos brindan así fantasiosas, libres, airosas, dichas a flor de labio, en una demostración espectacular de dominio de los reguladores, en un manejo excepcional de la media voz y una matización fuera de serie. Cualidades que caracterizan un arte exquisito; el arte de cantar quedo. La colaboración desde el teclado del famoso director de orquesta Hans Rosbaud es magnífica por su finura, su desnudez libre de retórica, su refinamiento tímbrico y rítmico.