Peculiar y controvertido el ultimo trabajo de Sting con un repertorio centrado en músicas de John Dowland (1563-1626), que se escapa, no ya al del ex solista de Police, sino al de cualquier artista rock. Estamos acostumbrados a escuchar las canciones del autor británico, contemporáneo de Sweelinck y Shakespeare, en voces limpias de contratenores como Alfred Deller, pero no debemos olvidar que en su tiempo eran piezas muy populares, cantadas en y por el pueblo, quizá más que en la corte y que aquellas voces no reunían seguramente la sofisticación de las nuestras de hoy.

La de Sting se puede calificar de todo menos de agradable e incluso a algunos puede parecerles como un graznido, pero el esfuerzo desarrollado por ser fiel a las creaciones de Dowland es muy de alabar y se aprecia una vez superada la primera y sorpresiva audición. La producción, cuidada con esmero, puede ayudar a acercar nuevos públicos a la música más que los cacareados conciertos de los tres tenores, puesto que a su público, esta música le va a extrañar tanto como a los oyentes clásicos, y probablemente sus seguidores estén más abiertos a las novedades de un ídolo propio.