Ramón Carnicer, basándose en el libreto que para Mozart había escrito Da Ponte, acertó a construir una partitura espléndida, aunque evidentemente irregular, que constituye un curioso y permanente guiño a la ópera del salzburgués y que se estrenó en Barcelona en 1822. La acción se concentra, sintetizan Ramón Sobrino y María Encina Cortizo, autores de la edición crítica para el Instituto Complutense de Ciencias Musicales, en una sola línea argumental: el acoso al que don Giovanni somete a doña Anna, prometida de don Ottavio, y el asesinato del padre de la joven, el Commendatore, a manos del disoluto.

Sobre esa falsilla surgen de vez en cuando números de un valor musical y dramático sensacional, como el final del primer acto, un monumental concertato, y la magnífica aria de doña Anna con obbligato de corno inglés, de hechuras y melodía bellinianas. Ramón Carnicer no era Mozart, sin embargo, era un músico muy sólido, capaz de emplear sabiamente las indudables influencias rossinianas, crescendi incluidos.

En la obra hay drama, pasión prerromántica, vida y algunos instantes de gran música teatral. La dirección de Alberto Zedda es restallante y enérgica, aunque la Orquesta de jóvenes de la Sinfónica de Galicia suena demasiado agresiva y cruda; como ya lo hiciera en aquellas representaciones que se celebraron los días 9 y 11 de junio de 2006, que han servido de base a esta verdadera novedad discográfica. El Coro de la Orquesta resulta cumplidor y no siempre ajustado.

Las arias son generalmente muy largas, en algún momento con saltos interválicos, sobreagudos y agilidades diversas. El joven tenor Dimitri Korchak, de emisión bastante irregular, está valiente y sortea con cierta habilidad una parte diabólica. No en menor medida, Anna Maria dell'Oste, quien tiene una estridente zona alta, pero de centro firme y sonoro. Wojtek Gierlach, José Julián Frontal y Juan Luque resultan bastante discretos y desiguales.