A muchos que peinamos canas se nos abrió el apetito operístico, cuando este país era un auténtico erial, a través de los discos y las películas protagonizados por Mario Lanza. El gran Caruso, un típico biopic dirigido por Richard Thorpe para la Metro, dejó huella. Aquel hijo de napolitanos emigrados a América, no se parecía en nada a su antecesor. Estos dos discos recogen una buena selección de conocidas canciones italianas y americanas (además de Granada de Lara) y de arias de ópera, muchas de ellas provenientes de aquel filme. Así podemos apreciar de nuevo la buena calidad vocal de Lanza -que nunca pisó un teatro de ópera-, su colorido, sus fáciles agudos, su buena proyección arriba hasta alcanzar el do sobreagudo con descaro. También su mal italiano, su fraseo altisonante, su estentórea dicción, su engolamiento general, su falta de matices... Escucharle en estos momentos nos parece muy aburrido. No hay ni una sola media voz, ni una messa di voce, ni una sfumatura. Todo a grito pelado. El sonido, a veces resplandeciente, y la episódica tersura de la emisión no nos compensan. Aunque sigamos teniendo el buen recuerdo de aquellos juveniles años. a. reverter