Merece la pena traer a colación esta reedición que ha aparecido recientemente y que proviene de 1952, con un Boris Christoff en la juventud de sus treinta y ocho años. Ya había triunfado en la Scala con el papel de Boris, pero todavía no en los Estados Unidos, que le habían negado la entrada en el año 1950. ésta, con Dobrowen a la batuta, es la primera de las dos grabaciones que realizara para la casa discográfica EMI y su aproximación resulta mucho más "salvaje" y natural que la segunda. Como en aquélla, también se hace cargo de los personajes de Pimen y Varlaam, en una muestra de su capacidad de caracterización. Christoff fue el heredero del protagonismo del papel de Chaliapin y llegaría a cantarlo aproximadamente más de seiscientas veces, dominando todos sus matices, desde la autoridad de la entrada al desgarro de la muerte, pasando por la atormentada introspección del monólogo en el segundo acto. Toda una lección y un modo de afrontar el personaje que se ha perdido. Hay la suerte de la compañía de un buen reparto en el que sobresale el Grigori afrontado por Nicolai Gedda y un buen sonido. Perfecto para escuchar después de haber ido al Real.