Tres de estas cuatro obras se denominan Sonatinas, las D 384, 385 y 408, todas de 1816, mientras que la D 574, de 1817, es bautizada como Sonata. Una nomenclatura que no se entiende muy bien porque, como dice Manze, las cuatro composiciones atienden a similares principios constructivos, armónicos y melódicos; aunque en la última detectamos una mayor presencia de rasgos beethovenianos; junto a los mozartianos en los que todas están bañadas. Hay multitud de grabaciones de estos gratos pentagramas, algunas de violinistas como Kremer o Goldberg. Estas interpretaciones de Manze, con su instrumento barroco, son estilísticamente irreprochables y tienen toda la cálida gracia de los años jóvenes del compositor. Fraseo impecable. Le secunda espléndidamente desde el fortepiano Richard Egarr.