uy afortunada y oportuna recuperación de un antiguo registro de Deuts- che Grammophon en el que el propio compositor explica desde el podio sus seis primeras sinfonías. Las grabaciones, realizadas en 1965 y 1972, nos ilustran acerca de la firme y compleja gramática de un músico que ha pasado por los más diversos andurriales estilísticos, dentro de un variado lenguaje que parte de la asunción de un sui géneris serialismo y atraviesa facetas atonales hasta instalarse en un expresivismo muy directo y funcional. Fue gran artífice de la orquesta, como puede comprobarse.
De la tradición asumida en la Sinfonía n° 1 (1947), en la que se unen Stravinski, Berg, Bartók o Hartmann, pasamos a la Segunda y la Tercera, más hijas de las disposiciones de la escuela clásica. La Cuarta combina ecos de la escuela italiana y de la polifonía germana, mientras la Quinta vuelve a la tradición y la Sexta (1969) juega antifonalmente con dos orquestas de cámara enfrentadas; de ahí que la obra sea conocida con el nombre de Luterana.