Challenge CC72509

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  • Es curioso el recorrido: el aragonés José de Nebra escribió estas cuatro cantatas embargado de la influencia italiana que en los años veinte del siglo XVIII penetraba en la península. Luego fueron llevadas, siguiendo una costumbre, al Nuevo Mundo. En la Catedral de Guatemala las encontró el siempre curioso Eduardo López Banzo. Ejemplo de músicas de ida y vuelta, sus pentagramas poseen en todo caso el aroma europeo de la época. Vemos en los recitados premoniciones mozartianas (aria En su mesa divina) y continuos rasgos händelianos, de una rítmica contagiosa (excitantes Salga el hombre feliz y Espera fervorosa).



    Nos topamos con magníficas páginas de bravura (Del piélago violento) o fragmentos hermosamente cantabiles (Alma, bebe). Espléndidos efectos descriptivos de aire pajaril en Vuela, vuela fervorosa, en donde María Espada, soprano lírico-ligera de timbre cristalino, está espléndida, como en todo el disco, mostrando un amplísimo juego de efectos vocales: gorjeos variados, volatas, ataques fulgurantes, trinos, escalas, con cadencias imaginativas muy bien resueltas. Y con un vibrato muy natural, sin postizos sonidos fijos. Vence una escritura de enorme dificultad. La labor de López Banzo, como musicólogo y director, es magnífica, de una vitalidad rítmica y una cantabilidad indudables. Y toca de propina una Sonata en mi menor de carácter monotemático del propio Nebra. Grabación clara, natural, con la adecuada reverberación, realizada en la ermita Virgen del Rosario de la localidad zaragozana de Ambel.