Antes de emprender su famosa reforma operística contra los excesos del teatro musical barroco en obras como Orfeo, Alceste o las dos Ifigenias, Christoph Willibald Gluck cultivó con creces esa misma estética de la que más tarde renegaría. Un perfecto ejemplo es este Ezio, dramma per musica estrenado en el Teatro Nuovo de Praga en 1750, que sigue fielmente las pautas de la ópera seria marcadas por el autor del libreto, Pietro Metastasio, a lo largo de tres extensos actos plagados de expresivos recitativos y espectaculares arias da capo (con algún ocasional conjunto), que ponen a prueba el virtuosismo y la fantasía de los cantantes.
Al frente de su espléndido Complesso Barocco, Alan Curtis sigue descubriéndonos tesoros ocultos como éste, que no tiene nada que envidiar a las mejores óperas de Händel, y donde pueden lucirse a sus anchas voces tan implicadas en este estilo como Sonia Prina en el vigoroso papel titular del general romano, Ann Hallenberg como su prometida Fulvia (que tiene a su cargo varios de los mejores momentos de la partitura), Max Emanuel Cencic en el emperador enamorado de la anterior (para que exista el necesario conflicto) o Topi Lehtipuu como su mortal enemigo y padre de la joven. El registro ha podido llevarse a cabo gracias a la generosa ayuda de la escritora Donna Leon, que, como es sabido, es una entusiasta de la música antigua e íntima amiga del director norteamericano, quien, por cierto, cada día interpreta con más brío y más vigor.