Esta interpretación supera a las registradas por Bonizzoni, Beznosiuk y Manze en fantasía, libertad expresiva y sensualidad. El encendido violín barroco de Lina Tur Bonet toca muy en el fondo unos pentagramas que vamos siguiendo con la orientación de la propia instrumentista (aunque falte la traducción al castellano de los textos bíblicos). Hay vibración muy auténtica en las distintas variaciones y preludios, en las abismales zarabandas, ofrecidas con una tímbrica penetrante y suntuosa.
Admiramos las eléctricas figuraciones en el Presto de la Visitación; la tranquila y resonante expresión de la Natividad; la impoluta Chacona de la Presentación; el tono lamentoso de El Monte de los Olivos; los fustigantes latigazos de la Flagelación; la pureza doliente de la Subida a la Cruz... Una imponente Passacaglia cierra, como resumen, la obra, en la que la solista y directora es acompañada por el espléndido conjunto Musica Alchemica (claviorganum, clave, spinettino, viola de gamba, violón, lira, contrabajo, arpa y tiorba).