Cinco creadores de la diáspora, cinco músicos emanados de la II República se reúnen en este magnífico CD para cuya consecución ha sido necesario realizar una auténtica labor de búsqueda y captura (en lo que Iagoba Fanlo es un acreditado sabueso) de las partituras interpretadas. Y el resultado artístico es soberbio; por la calidad de las obras y por la altura de la recreación. Cada compositor nos muestra sus armas propias e intransferibles, nacidas de un lecho común cual era el de quitar caspa a nuestra música, conectarla con las corrientes del modernismo francés (con la referencial Schola Cantorum en la base) y pasarlas por el cedazo de un nacionalismo de nuevo cuño.
Y así seguimos los pinitos atonales, la escritura esquinada de Tapia Colman (Sonata de 1958), el nacionalismo refinado y estilizado, de esmerado contrapuntismo de Gerhard (en su cara menos críptica y de lejanos ecos pedrelianos a través de una Sonata hija de otra para viola de 1960), la sorprendente incandescencia cantabile de un neorromanticismo de buena ley de Bacarisse (Introducción y Variaciones de 1956), la intensidad melancólica de María Teresa Prieto (Adagio y Fuga de 1948) y el dominio de la forma, las atractivas disonancias, la politonalidad radical de Rodolfo Halffter, profesor de aquella (Sonata de 1960). En algún caso planea la reverencial figura docente de Conrado del Campo.
Todas estas composiciones nos son ofrecidas, tras un sensacional trabajo de expurgación, revisión, actualización y adecuación, de manera magistral, limpia, expresiva, sin dengues ni rutinas, a pecho descubierto, por chelista y pianista. Admiramos, por ejemplo, la limpieza del arco, la seguridad y afinación de las dobles cuerdas, la pureza de los agudos del primero; y la nitidez, delicadeza y variedad de ataques, los efectos tímbricos (en Halffter sobre todo) del segundo. Óptima toma sonora. Las obras de Prieto y Bacarisse conocen su primera grabación mundial. Para degustadores de manjares exquisitos y amigos de lo poco convencional.
Y así seguimos los pinitos atonales, la escritura esquinada de Tapia Colman (Sonata de 1958), el nacionalismo refinado y estilizado, de esmerado contrapuntismo de Gerhard (en su cara menos críptica y de lejanos ecos pedrelianos a través de una Sonata hija de otra para viola de 1960), la sorprendente incandescencia cantabile de un neorromanticismo de buena ley de Bacarisse (Introducción y Variaciones de 1956), la intensidad melancólica de María Teresa Prieto (Adagio y Fuga de 1948) y el dominio de la forma, las atractivas disonancias, la politonalidad radical de Rodolfo Halffter, profesor de aquella (Sonata de 1960). En algún caso planea la reverencial figura docente de Conrado del Campo.
Todas estas composiciones nos son ofrecidas, tras un sensacional trabajo de expurgación, revisión, actualización y adecuación, de manera magistral, limpia, expresiva, sin dengues ni rutinas, a pecho descubierto, por chelista y pianista. Admiramos, por ejemplo, la limpieza del arco, la seguridad y afinación de las dobles cuerdas, la pureza de los agudos del primero; y la nitidez, delicadeza y variedad de ataques, los efectos tímbricos (en Halffter sobre todo) del segundo. Óptima toma sonora. Las obras de Prieto y Bacarisse conocen su primera grabación mundial. Para degustadores de manjares exquisitos y amigos de lo poco convencional.