Cuarteto Quiroga, siempre en la senda de la investigación, la búsqueda, la sorpresa. Todas sus grabaciones tienen un interés innegable. Están pensadas y aquilatadas al máximo desde una base estética y musicológica que traza líneas, conexiones, influencias, parentescos entre pentagramas a veces aparentemente diversos. En esta ocasión, con su disco Terra nos llevan de la mano en un fascinante viaje en torno a composiciones en principio nacidas de la inspiración popular, apegadas a la tierra. Temas folclóricos en origen hábilmente estilizados y tratados por tres grandes creadores contemporáneos. Escuchando el Cuarteto n° 2 de Bela Bartók, el n° 1 de Alberto Ginastera y los Ocho tientos de Rodolfo Halffter nos damos cuenta de esa raíz común, lo que nos lleva a comprobar, según nos propone Cibrán Sierra, segundo violín, de qué manera el material popular actúa como sustrato para cultivar novedosos y audaces lenguajes de vanguardia. Y cómo "la fusión de estilos y la introducción de ese material pasan de inspiración a estructura".
La exposición de los temas húngaros y eslovacos -base de la escritura de, por ejemplo, El mandarín maravilloso-, los pizzicati y glissandi que caracterizan a la obra bartokiana (1917) están resueltos con una destreza extraordinaria; lo mismo que los arranques danzables del Cuarteto de Ginastera (1948), cuyo tercer movimiento, Calmo e poético, es tocado con un delicadeza suma, con una sutileza que no es de este mundo. La cambiante rítmica, las exploraciones tonales de los breves Ocho tientos de Halffter (1973) -en los que late toda la tradición renacentista española- quedan marcadas con tanta precisión como fantasía. La que subraya las dos ‘propinas': una jacarandosa transcripción de unos Ländler schubertianos y un evocador arreglo de una panxoliña (villancico) de 1829 escrita por Juan Pacheco, maestro de capilla de la catedral de Mondoñedo.
Vuelve a la carga el aguerrido e imaginativo
La exposición de los temas húngaros y eslovacos -base de la escritura de, por ejemplo, El mandarín maravilloso-, los pizzicati y glissandi que caracterizan a la obra bartokiana (1917) están resueltos con una destreza extraordinaria; lo mismo que los arranques danzables del Cuarteto de Ginastera (1948), cuyo tercer movimiento, Calmo e poético, es tocado con un delicadeza suma, con una sutileza que no es de este mundo. La cambiante rítmica, las exploraciones tonales de los breves Ocho tientos de Halffter (1973) -en los que late toda la tradición renacentista española- quedan marcadas con tanta precisión como fantasía. La que subraya las dos ‘propinas': una jacarandosa transcripción de unos Ländler schubertianos y un evocador arreglo de una panxoliña (villancico) de 1829 escrita por Juan Pacheco, maestro de capilla de la catedral de Mondoñedo.