Leticia Moreno/Orozco-Estrada. Deutsche Gramophone

Astor Piazolla trastocó hasta cierto punto las bases históricas del tango, impulsándolas hacia nuevos y originales territorios. Sobre el estilo porteño, organizado a partir del compás de 2/4, supo reorientar el ritmo hacia un 4/4 o 4/8 y ampliar el radio de acción instrumental, buscando más complejas combinaciones y encontrando sonoridades muy excitantes. Sobre la base de un quinteto constituido por violín, piano, contrabajo, guitarra eléctrica y bandoneón (que él mismo tocaba), que bautizó como Nuevo Tango, edificó algunas de sus mejores composiciones, como las famosas Cuatro estaciones porteñas (1965/70), en las que afloran sus sólidos conocimientos adquiridos a la vera de maestros como Nadia Boulanger o Ginastera.



La comprensión profunda que evidencia en este CD Leticia Moreno de los pentagramas del creador argentino le da pie para solventar cualquier dificultad técnica y para dejarse mecer por los aires de danza, entregarse al disfrute del fraseo más efusivo y aplicar, sobre el ritmo implacable, un empleo ejemplar del rubato. Las Cuatro estaciones porteñas se ofrecen en el arreglo para orquesta y violín solista de Leonid Desyatnikov (1955), en donde participa una estupenda Filarmónica de Londres a las órdenes de Orozco-Estrada. En el resto de las páginas -Oblivion, Concierto para quinteto, Adiós, Nonino, Le Grand Tango, La muerte del Ángel, Milonga del Ángel- Moreno toca con Pablo Mainetti, bandoneón; José Gallardo, piano; Janne Salsala, contrabajo; y Remy van Kesteren, arpa, instrumento que sustituye a la original guitarra prescrita por Piazzolla. Una traición relativa, ya que la nueva voz concede al conjunto nuevas y nada inoportunas luces.