Es muy posible que los Allman Brothers sea uno de los grupos más sofisticados del rock surgido al calor de la efervescente década de los 70. Su mezcla con el blues, country y jazz nos ha deparado alguno de los directos más vibrantes de la historia de la música popular, en los que el virtuosismo y la improvisación fueron marca inconfundible de la casa. Asistimos en este Southern Blood al premonitorio testamento de Gregg Allman, voz, teclados y fundador de la formación que nos dejó en marzo de este año. Premonitorio, sí, porque el bueno de Gregg bordó un trabajo cargado de referencias existenciales, de medios tiempos gangrenados de melancolía como My Only True Friend, tema que abre el álbum en medio de unos arreglos acompasados por la tristeza y el misticismo.

Ecos de jazz y suaves pinceladas en los teclados construyen toda una declaración de principios que se aleja de la intensidad siempre presente en la mítica formación sureña. Homenajes a Tim Buckley en Once I Was, Bob Dylan en Going Going Gone -con versos del Nobel de Literatura: "He estado andando por el camino/ he estado viviendo en el borde/ ahora sólo tengo que ir/ antes de llegar a la cornisa/ Así que me voy..."-, Grateful Dead y Jerry García en Black Muddy River y Jackson Browne interpretando juntos Song For Adam. En I Love the Life I Live se desprende de su aflicción para zambullirse de nuevo en los cauces del mejor blues, continuando la costumbre de los Allman de presentar versiones en forma de bonus track que mejoran el original. Love Like Kerosene termina de echar combustible a la despedida. Remata el trabajo un DVD con imágenes de la grabación en los Fame Studios. Imprescindible.

@ecolote