La excesiva racionalidad experimental de la vanguardia posterior a la Segunda Guerra Mundial generó una sensación de asfixia en el universo compositivo. A algunos autores les empezó a apremiar la necesidad de saber si había vida más allá de los cánones acuñados en Darmstadt, donde Stockhausen oficiaba como sumo pontífice. El minimalismo, con su simplicidad directa y su gran puntería para acertar en el centro de la emoción humana, abrió por fin la grieta. Glass, Reich, Cage… fueron los pioneros, al otro lado del Atlántico. En este lado, figuras como Wim Mertens (Neerpelt, 1953) aprovecharon ese resquicio para desmarcarse del cartesianismo. En 1980 lanzó su primer disco, For Amusement Only. El próximo año su carrera sumará, por tanto, cuatro décadas de incesante e hipnótica inspiración. Mertens y su discográfica, Warner, celebran el hito lanzando una caja que recopila 61 composiciones suyas, algunas en versiones jamás grabadas y con un par de piezas inéditas. Lo presentará este miércoles en el Teatro Victoria Eugenia de San Sebastián y, ya en enero, en Madrid (Nuevo Apolo) y Barcelona (Palau de la Música).
Pregunta. Debe de ser emocionante ver toda esta música concentrada en un solo álbum. Es de alguna manera su legado y su vida.
Respuesta. Sí, lo es. La verdad es tengo mis reservas en lo de mirar atrás. Es un asunto delicado y que entraña ciertos riesgos. Pero me lo propusieron y creo que la ocasión lo merecía por el número redondo de los 40 años de carrera. Eso sí, no quería que fuese una mera compilación de material antiguo. Quería darle un cariz alternativo, incluyendo versiones diferentes, y otro de futuro, introduciendo dos piezas nuevas, como European Grasses, que forma parte del disco que sacaré el próximo año.
P. ¿A qué alude ese título, por cierto?
R. Desde los años 80, estoy muy centrado en analizar cómo está evolucionando Europa y cómo mira al resto de culturas que le rodean. Somos un continente que ha perdido su hegemonía política y económica en el mundo y eso tendrá muy notables repercusiones en sus ciudadanos en las próximas décadas. Tenemos que asumir que no todo lo que inventemos aquí será un estándar para el resto, como sí ocurría hasta hace poco. A mí me gusta definir mi trabajo como ‘música no estándar’, porque nunca me he sujetado a las tradiciones dominantes.
P. ¿Por qué Inescapable?
R. Porque siento que la música que está contenida ahí no podría haber sido escrita de otra manera. No salió así porque yo lo decidiera sino porque, de alguna manera, se me impuso.
P. ¿Podría valer esta colección como testamento? Es decir, ¿podría esgrimirse en un futuro muy lejano para decir: ‘Mertens fue esto’?
R. Yo creo que no vale, en tanto en cuanto me quedan unos años en activo. No ofrece una un trabajo clausurado. Yo lo comparo a mis composiciones instrumentales o vocales: es una interrupción en la línea evolutiva que da pie a nuevos descubrimientos. Pero, por supuesto, el disco ofrece una visión muy completa de mi carácter polifacético y de mi ambición por ofrecer a la música contemporánea nuevas vías de expresión.
P. ¿Qué criterio determinó la selección de las obras?
R. Que hubiera un flujo natural en su sucesión, basada en aspectos como el tempo, la instrumentación, las dinámicas… Es la propia música y el sonido los que marca el orden. No quería hacer algo demasiado conceptual ni seguir un orden cronológico sino una crear especie de banda sonora de casi cinco horas.
P. En estos 40 años ha compuesto cerca de 70 de discos. No parece que haya sufrido ningún bloqueo en este tiempo. ¿Es así?
R. La verdad es que sí. Ha habido periodos en los que he bajado el ritmo pero siempre he tenido algo entre manos. Siempre una composición me ha llevado a otra, casi sin solución de continuidad, buscando nuevas combinaciones instrumentales o discursos melódicos. Creo que esto también se ha debido a los conciertos. Cuando lanzo un álbum, casi inmediatamente lo presento con diferentes tipos de ensembles, remodelando el material original. Me gusta probar nuevas fórmulas sonoras para una misma partitura y así poder contrastar.
P. ¿Y de dónde mana tanta inspiración?
R. Es algo que no viene ni de fuera de mí ni de fuera de la sociedad de la que formo parte. Mi inspiración viene sobre todo del público que me sigue durante estos años. Ellos son, en última instancia, quienes deciden como mi música ha de sonar.
P. ¿Es la intuición su principal guía cuando compone?
R. Cuando compongo intento tomar las menos decisiones posibles. Me dejo llevar por el impulso original y trato que este me lleve sin pasar por el filtro de la razón. Eso supondría inyectar artificialidad. Yo no me siento sobre el papel pautado y decido todos los aspectos de una pieza. Es la música la que decide y yo se lo permito. Es una reacción contra la excesiva racionalidad que gastaban las vanguardias en los 60 y los 70, que ya venía de la polifonía flamenca de los siglos XV y XVI. Yo escapé de esa tendencia porque me centré mucho en la voz y esta es imposible de controlar racionalmente. Era necesario salirse de ese corsé.
P. ¿En qué medida el minimalismo facilitó esa fuga?
R. Es interesante que el punto de inflexión no se propició en Europa sino en Estados Unidos, con compositores de allí que a su vez se inspiraron en músicas asiáticas y africanas, que a mí no me gustan en absoluto. Ellos fueron muy importantes como pioneros. A mí me animaron a encontrar mi propia voz. Nos forzaron a olvidar algunos moldes demasiado anquilosados para construir otros distintos. Por eso mi tercer álbum se tituló Vergessen (olvidar en alemán). Y fue entendido mejor en países como Italia, Portugal y España.
P. ¿Por qué?
R. Supongo que eran países donde el canon vanguardista no había calado tanto. No lo puedo probar pero intuye que fue por eso.
P. Dice que no le gusta la música africana, asiática…
R. No, no, me encanta... Tienen una cultura musical apasionante. Lo que quería decir es que a mí no me gusta incorporar sus técnicas a mis partituras. Además, creo que hacer estas técnicas dominantes, como es el caso de la percusión africana, supone incurrir en colonialismo cultural, que es algo que han hecho compañías como Coca-Cola. Nosotros tenemos nuestra propia tradición, con unos cimientos muy ricos que se deben seguir transformando y redefiniendo.
P. Se puede identificar en su música muchas veces cierto poso melancólico. ¿De dónde brota?
R. No creo que sea una presencia muy explícita. En la historia de la música siempre ha habido un juego de contrarios, entre la ilusión y la melancolía, y entre ambas, muchos matices, una gama muy amplia de emociones. Ninguna de ellas me es ajena como ser humano. Mi obligación como músico es traducir toda esa paleta. Quizá a veces, cuando me dejo llevar, sale la melancolía. Es posible, es posible…
P. Siempre ha sido demasiado ortodoxo para el mundo del pop y demasiado libre para los patrones de la clásica. ¿Se siente cómodo en ese terreno ambiguo?
R. Yo no lo llamaría ambiguo. Me siento muy cómodo ahí, sí. De todas formas, esta distinción o contradicción antes era muy importante pero para las nuevas generaciones ya no es muy relevante. Yo siempre he intentado romper esa frontera.