Con este CD se nos sirve en bandeja una serie de hermosísimas arias haendelianas pertenecientes a distintas óperas, algunas de ellas no muy conocidas como Arianna in Creta y Deidamia, junto a otras ya casi célebres: Partenope, Alcina o Giulio Cesare in Egitto.
Escuchamos páginas destinadas a algunas de las más célebres cantantes de la época que hicieron su agosto en Londres y que acometieron las innumerables dificultades con sus grandes medios, afrontando no solo partes femeninas sino también masculinas, algo común en aquella época.
No era raro que las divas se vistieran con las galas de guerreros, reyes y nobles haciendo en algún caso la competencia a los mismísimos castrati; a los Senesino y Farinelli sin ir más lejos. Se recuerda en este disco a Margherita Durastanti, Margherita Chimenti, Francesca Cuzzoni, Elisabetta Pilotti-Schiavonetti o Faustina Bordoni.
Para rememorar aquellos fastos vocales y traernos con mucha verdad estas arias, de tempesta o de apacible desarrollo, de expresión más introvertida, precedidas en algunos casos de extensos recitativos y obedientes al esquema da capo, se nos presenta a la soprano húngara Emöke Baráth (1985).
Se trata de una lírica con cuerpo de timbre penetrante y bien esmaltado, con ciertos toques nasales, de extensión (hasta el Do y Re 5) y homogeneidad reconocibles y de arte de canto consumado, con trinos espectaculares.
Da gusto oírla, sin aparentes problemas, decir ensimismadamente, por ejemplo, la triste aria Ombra cara di mia sposa de Radamisto o la chisposa y caracoleante Se ria procella de Faramondo; la nostálgica Se pietà di me de Giulio Cesare; o, de la misma ópera, la imponente y virtuosa Da tempesta il legno infranto; o, en fin, la bellísima y elevada Qual nave smarrita tra sirti de Radamisto.
A que el disco sea un logro total contribuye la exquisita colaboración instrumental: el contratenor Jaroussky, aquí en la misión de director, extrae lo mejor de los nobles, agresivos y, sin embargo, refinados timbres de su habitual Ensemble Artaserse.