Bienvenido sea este álbum doble que nos trae un reveladora partitura de Hans Werner Henze, fechada en 1974: Tristan, una suerte de homenaje a Richard Wagner mediante la evocación indirecta de algunas de las características del preludio de Tristán e Isolda. Está dividida en seis movimientos (Prólogo, Lamento, Preludio y variaciones, Locura de Tristán, Adagio –Burla I, Burla II, Ricercare I, Burla II, RicercareII– y Epílogo). “La música tiene una incandescente y exclusiva cualidad. Es fría, como nacida en la mañana. Viene de muy lejos”, reseñaba Henze en su momento.
Es una composición para piano, cinta y orquesta, que se reparten los papeles. Emplea un material muy variado utilizado de manera caleidoscópica siguiendo los presupuestos de un sui generis serialismo. Hay eventuales citas de la Primera sinfonía de Brahms y de la Sonata fúnebre de Chopin, recogidas en una ingente marea orquestal tratada con el mimo de un orfebre. El resultado es una especie de precipitado de un destilado y cristalizado romanticismo.
La cinta, revelan estudios detallados, tiene su propio sistema en la partitura, que indica el sonido real por medio de líneas gráficas. El conjunto de doce tonos se remonta a la constelación de tres tonos de tercera mayor y segunda menor, que también determinan las tres primeras notas del Tristán wagneriano. El resultado es de una transparencia muy propia de la música del compositor y se corresponde con algunas de sus afirmaciones: “Creo en la escritura personal, ingenua y exigente, pero que guarde su libertad y excluya toda ritualización”.
[Igor Levit, arsenal de finuras]
La interpretación que se nos ofrece es formidable, cuidadosa, transparente, detallista con una orquesta soberana y un piano refulgente, que aborda en el resto del programa, en recreaciones muy personales de una limpidez sensacional, otras obras muy significativas y en parte alusivas: Liebestraum y Harmonies du soir de Liszt, el Preludio de Tristán (arreglo de Zoltan Kocsis) y el Adagio de la incompleta Décima de Mahler (arreglo de Ronald Stevenson). Levit demuestra de nuevo fácil dominio de la digitación, ataque a la nota de rara precisión, control de dinámicas apabullante y un infalible olfato para analizar y desentrañar los pentagramas.