Con veinte estrenos absolutos y once en la capital, comienza la decimosexta edición de Suma Flamenca, el festival de la Comunidad de Madrid que inicia su actividad el 19 de octubre hasta el 7 de noviembre con más energía que nunca, sobreponiéndose a los avatares de un tiempo oscuro que tantas heridas ha causado en el flamenco. Podemos decir que resurge con un brillante cartel, el cual pone de manifiesto no solo la diversidad sino la pujanza de un arte encendido, dinámico y en perpetuo estado creativo.
“El flamenco de la época de Lorca hablaba de penurias y hambre. Hoy está abierto a nuevas lecturas”. Marco Flores
El director, Antonio Benamargo, que en su debut le tocó llevar adelante el proyecto en pleno furor de la pandemia, es un profesional formado en calidad de productor junto a grandes nombres: Chocolate, Chano Lobato, Morente, El Güito, Menese, Carmen Linares o Riqueni. De muy extensa trayectoria y artífice de grandes ciclos, ha concebido para esta ocasión un título que le otorga carta de naturaleza y fuerza argumental a la muestra: Al Sur del Sur, refiriéndose a ese territorio –tan sur de Europa como norte de África– que, partiendo de Jerez y bajando hacia la costa, engloba otros lugares tan representativos como Cádiz, los Puertos y el Campo de Gibraltar, una comarca primigenia y fundacional, donde germinaron y se desarrollaron estilos y en la que vinieron al mundo figuras imprescindibles en los anales del flamenco.
Pero además de los veinte artistas originarios de esa tierra que están anunciados, Suma Flamenca da cabida a una lustrosa variedad en cuanto a las tendencias, a las diferentes actitudes musicales, así como a la riqueza de formas interpretativas.
Es una de las singularidades de hoy, que se formula en su programación y también en los conciertos y espectáculos. Uno de ellos es el de la joven María Moreno (Cádiz, 1986), que además es escritora y autora de un bello libro que resulta ser una mirada íntima, titulada Yo bailo: “Fue un proyecto que se materializó al mismo tiempo que estaba inmersa en el proceso creativo de More(no)More, un viaje de emociones a través del flamenco, un espectáculo autobiográfico en el que me busco a mí misma hasta encontrarme. El baile toma cuerpo y adquiere una realidad total cuando me reconozco en él”. Para este trabajo, María Moreno ha prescindido de la dramaturgia y de cualquier guion que marque un relato. “Tengo mucho flamenco en el cuerpo para compartir y no para contar historias. La mía es una propuesta en la que he intentado deshacerme de un posible anecdotario o de referencias reconocibles, para mostrar mi baile en estado natural. Me he separado de ciertas corrientes obligatorias, impuestas por la moda, que intelectualizan excesivamente la danza y que al llenarla de simbolismos más o menos reconocibles, hay que averiguar las claves y los significados. El baile, desnudo, ya cuenta lo que tiene que contar y se justifica por sí mismo”.
En esta edición de Suma, el baile adquiere una rotunda presencia con Antonio Canales, Manuel Reyes, Rapico, Alfonso Losa, El Choro, Noé Barroso, Farruquito, Joaquín Grilo o Israel Galván que presenta La edad de oro, de 2005, un clásico en su repertorio.
Lo jondo, a examen
Marco Flores (Arcos de la Frontera, 1981) estrena Sota, caballo y reina. Jondismo actual, un espectáculo que partiendo del famoso Concurso de Cante Jondo de Granada, celebrado en 1922, lleva a cabo una reflexión acerca del concepto de lo jondo en aquella época y en la de ahora, “sobre todo del mundo creativo que estaban viviendo sus organizadores: Manuel de Falla y Federico García Lorca, así como también de los criterios estéticos de personajes muy cercanos al concurso, como Manuel Ángeles Ortiz, Luis de Bagaria o Ramón Gómez de la Serna. Desde una óptica actual, existían aspectos cuestionables y una visión romántica de lo jondo”. Aunque, como contrapunto, Marco rescata esta frase de Lorca: “Me parece absurdo imaginar que el arte pueda desligarse de la vida social, cuando no es otra cosa que la interpretación de una fase de la vida por un temperamento sensible”. Le sirve de referencia para fundamentar su nuevo espectáculo. “Si bien ellos tenían una perspectiva del flamenco muy conservadora, la frase de Lorca es transcendental, porque el flamenco de esa época hablaba de las penurias, las tragedias, el hambre y la dureza del trabajo en el campo o en las minas. El jondismo de hoy está abierto a nuevas lecturas y queremos comunicar nuestra posición en la sociedad, ya que tiene implicaciones humanísticas y colectivas, de pensamiento, libre de géneros y de corrientes. El flamenco es un arte vivo y lo jondo para mí es algo que se va transformando acorde a lo que va ocurriendo a su alrededor”.
¡Viva! ha sido el gran acierto de Manuel Liñán (Granada, 1980) y es una obra que está recorriendo los escenarios del país con un éxito rotundo. “Un grito a la libertad de la transformación, que no siempre implica una manera de enmascararse sino más bien una desnudez”, ha afirmado el bailaor, que presenta en Suma Flamenca Pie de hierro. En ¡Viva! ha rendido cuentas con su niñez, ha superado el trauma, ha entrado la luz y ha dejado atrás las inhibiciones, el miedo, la ocultación, ha dado un golpe rotundo sobre la mesa y en una explosión sin precedentes en la danza flamenca, se ha liberado. “¡Viva! me ha servido para ahondar en mi pasado de una forma muy concreta, pero era un camino que tenía que recorrer para abrir nuevas puertas, y curar mi infancia herida, ya sin ningún temor. Necesitaba ese tránsito y subir el escalón para llegar a Pie de hierro”.
“'Pie de hierro' es una carta honesta donde muestro mi rebeldía. Un abrazo a mi padre y una despedida”. Manuel Liñán
Por tradición familiar y por el oficio de su padre en el universo taurino, Manuel Liñán estaba destinado a vestirse el traje de luces, pero el tiempo fue dando forma a distinta indumentaria para hacer que la realidad fuera otra y el baile como terapia para la emancipación apareció con bata de cola, falda de volantes y mantón. “Pie de hierro es una carta honesta donde muestro mi rebeldía, pero al mismo tiempo esa rebeldía está llena de conflictos: cómo decirle a alguien que lo siento, que no puedo seguir sus pasos sin traicionarlo; que no puedo secundar el patrón que tenía destinado para mí, que no lo puedo complacer. Y no encontré mejor manera de dedicarle a mi padre un homenaje que bailando. Quiero quitarme un peso y mostrarme tal como soy. Es un abrazo, una despedida y una reconciliación”.
El humor como antídoto
Finitud, que es el título del espectáculo que ofrece Sara Calero (Madrid, 1983) en Suma Flamenca, está diseñado desde distintos planos, pero el que prevalece por encima de los demás es su idea de que, siendo conscientes de que nuestra existencia tiene fecha de caducidad, el mejor antídoto es la mirada positiva, el tener claro que la muerte forma parte de una vida que hay que disfrutarla y aprovecharla al máximo, utilizando el sentido del humor como elemento básico. “No se trata solo de mi posición ante la fugacidad de la existencia, sino que es un recorrido a través de las costumbres y religiones y su respuesta ante esta realidad. Un viaje por las ceremonias en las distintas civilizaciones, la muerte en lo tribal, la tradición, lo mismo en el México de hoy, por ejemplo, que en el antiguo Egipto, los rituales del más allá, cómo pasar a la otra vida, a la perdurabilidad aunque en ámbitos desconocidos, que cuando llega el momento de la muerte, hay culturas que la entienden como si no fuera el final”. Sara Calero ha levantado un montaje donde intervienen innovadores técnicos de iluminación –“es un personaje más del espectáculo”–, espacios sonoros y videoarte, escenógrafos, proyecciones, para elaborar secuencias que van fluyendo con el tema de la finitud. “He intentado crear ambientes provocadores, otros evocadores, en los que mi baile esté orgánicamente integrado en un escenario construido desde la imaginación y en el que quiero transmitir la pérdida del miedo ante lo que nos atemoriza con la intención de conectar la risa y la felicidad con la idea de estar vivos”.
En esta decimosexta edición de Suma Flamenca, podemos estar presentes también en acontecimientos únicos. Uno de ellos es Como un sueño, el concierto con el que se despide Víctor Monge Serranito. El compositor y guitarrista celebra, además, sus sesenta y cinco años de brillante carrera. Artista internacional, revolucionó en su época la técnica guitarrística y ha dejado una obra absolutamente indispensable. Otros guitarritas que tienen anunciada actuaciones son Gerardo Núñez y Niño Josele, pero la nómina más abultada es la de los cantaores, desde Pansequito y Aurora Vargas a José Mercé, La Macanita, Vicente Soto, María Terremoto, Arcángel o Jesús Méndez, en un conjunto de casi treinta solistas.
Con los pies en la tierra
El cantaor José Valencia (Barcelona, 1975) presenta Jerarquía, haciendo alusión a la herencia recibida por vía familiar. “Es un concierto donde se refleja la esencia de la tradición de donde vengo, cuales son mis raíces. Como decía Silvio Rodríguez, primero asienta bien los pies en la tierra para saber después hacia dónde quieres volar. Intento mostrar el legado que me han dejado mis mayores, al que siempre procuro defender, ese patrimonio, esa transmisión oral, pero asimismo esa forma de vivir y de sentir”. Descendiente de un linaje de músicos gitanos, originarios de Jerez y Lebrija, José Valencia protege su independencia y huye de los estereotipos que limitan al artista: “No sigo una tendencia clara porque me expreso con libertad y según el momento que me ha tocado vivir”.