El pasado 25 de febrero se cumplieron 9 años del fallecimiento de Paco de Lucía en la playa mexicana del Carmen, su territorio sagrado. Lugar para el descanso del guerrero, con credenciales canónicas como Fuente y caudal, Zyryab o Siroco, la proyección del compositor e intérprete algecireño es decisiva y absoluto el reconocimiento. Como antecedente próximo, un maestro vivo, Víctor Monje Serranito, que revolucionó la técnica y abrió las puertas a desconocidos recursos armónicos y melódicos.
Paralelamente, Manolo Sanlúcar, autor de una obra inmensa –Mundo y formas de la guitarra flamenca, Tauromagia, ...y regresarte– formula un nuevo lenguaje de originales sistemas compositivos y se sumerge en el mundo sinfónico con títulos para guitarra y orquesta y para ballet, como Medea, además de aportar inéditos conceptos expresivos en la guitarra solista.
A consecuencia de todo ello, y a partir de esa base suntuosa y sin olvidar referencias históricas, surge el despertar de un instrumento de considerable prestigio en los escenarios del mundo, cuyos protagonistas son tan numerosos como alto su nivel artístico. Cualquier intento de establecer una nómina justa –y esto ocurre en el baile y el cante– resulta en todo caso excluyente, pero como muestra el nombre del jerezano Gerardo Núñez, con un discurso propio, extensa trayectoria y contundente producción discográfica.
[Carmen Linares y María Pagés, flamencas de raíz literaria]
Otro nombre destacadísimo: el sevillano Rafael Riqueni, proponiendo un toque profundo y sugerente que busca la expresividad, lejos del virtuosismo desaforado, además de volver a la guitarra desnuda a través de una marcada personalidad con singulares criterios musicales.
No solo es significativa la dinámica en cuanto a influencias mutuas y confluencias, con innovadoras lecturas, sino que por su propia naturaleza el flamenco es un arte vivo, cambiante, progresivo y que actualmente se manifiesta en muy distintos niveles, y esa diversidad lo enriquece.
"El flamenco es una tradición en continuo proceso evolutivo. el baile ha adquirido un extraordinario"
Y, si se quiere, el flamenco es una vieja tradición en continuo proceso evolutivo y las directrices de las vanguardias surgidas en los 70 del pasado siglo, con Enrique Morente y Juan Peña el Lebrijano, más otras voces esenciales que dejaron una huella duradera, están presentes todavía en las de ahora.
De todas maneras, Carmen Linares es la maestra de nuestro tiempo, con grabaciones memorables, como sus imprescindibles Antología de la mujer en el cante, Locura de brisa y trino, un disco sobre textos de García Lorca, compuesto por Manolo Sanlúcar, que también secunda a la cantaora, o Un ramito de locura, en el que, con la guitarra de Gerardo Núñez, lleva a la dimensión flamenca textos de Borges o de José Ángel Valente, lo mismo que en otros discos utiliza los versos de Juan Ramón Jiménez y Miguel Hernández.
Un lugar señalado para José de la Tomasa, otro maestro vivo, y La Macanita, en una emocionante revisión del clasicismo y puesta al día de los antiguos ecos. Y, claro, cantar para el baile, refugio necesario, dada la activa presencia de la danza flamenca en los teatros de los cinco continentes y el exiguo espacio que se le otorga en las programaciones a las voces solistas. El argumento más reciente: la música electrónica, que ha entrado de lleno a modo de desafío o de búsqueda, rompiendo estereotipos y presentándose a manera de sustituto, efímero o perdurable, de la guitarra.
En cuanto al baile, en estos 25 años ha adquirido un extraordinario protagonismo en su condición de gran espectáculo. La amplitud en las valoraciones dancísticas y el desarrollo de los recursos interpretativos, así como la incorporación de estructuras del ballet contemporáneo o pertenecientes al ámbito de la performance, hacen que el baile flamenco, avalado por la relevancia de los espacios escénicos, ocupe un lugar de privilegio en las citas internacionales.
Manuela Carrasco es la tradición gitana en la improvisación dentro de una enumeración que sería interminable: Antonio Canales, María Pagés, Eva Yerbabuena, Israel Galván... En definitiva, un cuarto de siglo de un arte universal que atraviesa un periodo de creatividad fulgurante.