Un momento de la innovadora puesta en escena de La flauta mágica de Kosky y Andrade. Foto: Javier del Real
El 16 de enero el Teatro Real estrena La flauta mágica, montaje procedente de la Ópera Cómica de Berlín con una innovadora puesta en escena que lo conecta con el lenguaje de los inicios del cine. Barrie Kosky y Suzanne Andrade firman una producción que dirigirá en el foso Ivor Bolton.
Estamos, y así se nos dice, ante un intento de volver a codificar la obra con el lenguaje de los inicios del cine, en un claro homenaje a Buster Keaton y su generación. Se busca la conexión con el espectáculo popular, "divertido y al mismo tiempo estimulante". La idea puede cuajar, ya que Die Zauberflöte es, entre otras cosas, una partitura dirigida al gran público de su época (1791), aunque portadora de una serie de claves, lo que la hace misteriosa y enigmática. Parece probado que Mozart y su libretista, el sagaz Emanuel Schikaneder, un completo hombre de teatro, quisieron decir con esta composición una serie de cosas importantes, latentes en las ideas de la francmasonería, que hacía poco había penetrado en los círculos cultos de Viena. Amor, Libertad, Valor, Renuncia, Educación, Sacrificio, Cultura, Solidaridad... Son conceptos trascendentes que brillan en La flauta mágica tras el combate entre las fuerzas del Bien y del Mal, aun cuando el maniqueísmo no sea en principio tan claro.
La flauta mágica, que es por todo ello una especie de precipitado de los más diversos estilos, antiguos -incluso arcaicos- y modernos, germanos o austriacos, franceses o italianos, alcanza a servir no ya el mensaje moral, sino el que supone, como resumen de toda una etapa de la historia de la cultura, el de la mayoría de edad del hombre. Por lo dicho, hay en este singspiel una aparente, o no tan aparente, dispersión estilística. Lo milagroso es la forma en la que Mozart consiguió hacer de esa dispersión virtud, de establecer una unidad dentro de una variedad.
Los principales actores de esta versión de La flauta mágica. Foto: Javier del Real
Todo lo cual plantea notables dificultades interpretativas, que nacen de un foso que debe ser de una enorme flexibilidad y ligereza y de unas voces a las que se les piden en algún caso exigencias de muy alto nivel. En el reparto anunciado destaca, y hablamos sólo de los grandes protagonistas, Ana Durlovski, de voz eminentemente lírica de interesantes reflejos metálicos (recordamos su Olimpia en Los cuentos de Hoffmann), probada Reina de la noche. Alterna con la más ligera Kathryn Lewek. Sophie Bevan y nuestra Sylvia Schwartz, dos voces frágiles y gentiles, más la segunda que la primera, se disputan la parte de Pamina.La de Tamino está servida por el puertorriqueño Joel Prieto, tenor lírico-ligero en formación, y por el norteamericano Norman Reinhardt, de instrumento de mayor empaque lírico. Sarastro estará en las voces del alemán Cristof Fischesser y el polaco Rafal Siwek, poco profundos, más engolado el segundo. El simpático Papageno va a ser cantado por dos barítonos líricos españoles, Joan Martín-Royo y Gabriel Bermúdez, más oscuro y penetrante aquél, más flexible y lírico éste. Ruth Rosique será una jugosa Papagena. El titular del Teatro, Ivor Bolton, llevará las riendas musicales. Su claro concepto del clasicismo musical puede servirle para lograr una interpretación fresca, animada y llena de ironía.