En la taza, Ángel Ruiz, Roko y Miguel Ángel Martínez. A los lados, Iñaki Maruri y Michel Santamarina. Foto: Javier del Real

El Teatro de la Zarzuela reconvierte de pies a cabeza su sala para recibir el estreno, a partir de este sábado, 6, de Enseñanza libre y La Gatita blanca, dos zarzuelas con música de Gerónimo Giménez y Amadeo Vives adaptadas para la ocasión, en una apuesta valiente, por el tenor Enrique Viana.

Enseñanza libre y La Gatita blanca, estrenadas respectivamente el 11 de diciembre de 1901 en el Teatro Eslava y el 23 de diciembre de 1905 en el Teatro Cómico, ambos de Madrid, fueron durante muchos años representativas del género ligero, por no llamarle ínfimo, que por esos años adquirió carta de naturaleza, con gran anuencia del público, en unos momentos en los que el llamado género chico parecía de capa caída. La primera era calificada por sus autores "Apropósito cómico lírico"; la segunda, "Humorada lírica". Piezas de argumentos banales, casi chabacanos -sobre todo La Gatita-, de alto contenido erótico, de diálogos frescos, nada sutiles, de equívocos y con importante presencia de "chicas guapas" -de pantorrilla y muslo fáciles-, de sicalipsis desbocada: pícaros comentarios, alusiones sexuales vecinas a lo pornográfico. Nada que hoy nos pudiera escandalizar, en todo caso, con lo que ha llovido.



Lo importante es que en estas dos zarzuelitas, disparates, humoradas, que incorporan asimismo rasgos de opereta, hay una música, ligera, supeficial, chispeante, alusiva, escrita por dos compositores de postín, no tan distintos como para que se pudiera apreciar nítidamente qué números eran de uno o de otro en la pieza más moderna. Aquí los estilos de Gerónimo Giménez y de Amadeo Vives se funden espléndidamente para desarrollar una acción con libreto de José Jackson Veyán y Jacinto Capella. Los pentagramas de Enseñanza libre, con texto de los tan reconocidos Guillermo Perrín y Miguel de Palacios, son del primero de ellos.



Doble sentido

Dos animadas y divertidas creaciones que aterrizan ahora, mañana mismo -tras muchos años de estar ausentes-, en el Teatro de la Zarzuela en un nueva producción que arrampla con sus respectivos planteamientos iniciales, en los que se daba mucha marcha a sus correspondientes anécdotas argumentales y se jugaba abiertamente con el doble sentido y el chiste golfo, sostenido por una música muy bien organizada, algunos de cuyos números se hicieron rápidamente famosos, como el 2C de Enseñanza libre, el llamado Tango del morrongo, que se convirtió en plato preferido de cupletistas de toda laya en virtud de la gracia equívoca de su texto, del aire pegadizo de su melodía y de su eficaz acompañamiento instrumental. También llegó a ser popular la Gavota, n° 4, que incorpora un coro femenino. El crítico Luis G. Iberni señalaba en el Diccionario de la Zarzuela del ICCMU la chispa del n° 5, un vals erótico conocido como el Vals de las nadadoras.



La Gatita blanca desde luego no le iba a la zaga en cuanto a picardía y mantenía muy hábilmente la atención del espectador de acuerdo con lo manifestado por la crítica de la época. Aunque para muchos la sal gruesa fuera demasiada. En cuanto a contenido erótico, el número que se llama la palma es el 5, que alberga los cuplés de la gatita. El libreto narra los problemas de Luisa -La Gatita- para unirse al hombre que quiere, un recio mozo de Cuenca llamado Manolo. El musicólogo Víctor Sánchez señala la calidad del n° 1, coro del brindis, el 2, la equívoca canción del chocolate con ritmo de habanera, y el 4, una polka.



Una imagen del montaje

El tenor y actor Enrique Viana, aquí en misiones de director de escena, y el escenógrafo Daniel Bianco, actualmente responsable de los designios del coliseo, se han lanzado a realizar una revisión que modifica la naturaleza de aquellos títulos y construyen un espectáculo en un acto que hace desaparecer Enseñanza libre. Se conserva, eso sí, toda la música y parte de los diálogos. El propio Viana nos aclara sus propósitos: "Estas músicas no siempre se encuentran en libretos exhibibles hoy día sin dar lugar cuando menos a la incomodidad (algunos se podrían tachar de machistas, sexistas... etc.). Enseñanza libre en el original discurre en un colegio de señoritas, cuya pedagogía va destinada únicamente a gustar a los hombres y La Gatita blanca es una comedia de engaño en la que la protagonista quiere casarse con su amado y no repara en medios para lograr el "lazo indisoluble". Ambas están salpicadas de chistes incomprensibles para el público de hoy. Algunos pueden ofender particularmente al femenino".



De tal manera que la obra de Giménez en solitario, que se ha reescrito por completo, se pone al servicio de la creada al alimón con Vives. El resultado es una pieza larga que respeta cada nota de Giménez y cada letra de sus cantables. La suma de dichos cuadros da para una exposición permanente. Todo queda así condensado en dos horas. Apuesta valiente… y peligrosa. Ya sabemos que muchas zarzuelas están construidas sobre libretos a veces infumables y, por supuesto, trasnochados. Pero ahí están y siguen degustándose. En todo caso, se sigue de nuevo una línea que ha dado buenos -y discutibles- frutos en en esta nueva etapa del Teatro. Recordemos ¡Cómo está Madriz!, de Miguel del Arco, o Château Margaux y La viejecita de Lluis Pasqual.



Una lámina gigantesca

Los bellos temas y los variados ritmos que animan la música de Giménez y Vives serán servidos por la solvente y bien adiestrada batuta de Manuel Coves. Un competente equipo de cantantes y actores, con la mezzo Cristina Faus como elemento más visible, se hace cargo de la representación, que discurre en un patio de butacas despejado y sustituido por una gigantesca lámina espejeante. El público se aloja en el escenario y en los palcos y la orquesta en un foso habilitado en la zona de acceso al recinto; lo que, evidentemente, reducirá el número de espectadores.